Pero ¿qué es un papa?

Pero ¿qué es un papa? Interesa aclararse, porque en un mundo que ya no es cristiano (Peguy dixit) las imágenes más peregrinas pugnan por clavarse en nuestra mente y la confusión avanza. A uno le recorre casi un escalofrío de emoción cuando descubre, por ejemplo en las páginas del libro-entrevista Luz del mundo, la conciencia que Joseph Ratzinger tiene del ministerio de Pedro.

Dice, entre otras cosas, que Stalin tenía razón al ironizar sobre las divisiones que el papa no tiene para influir en el mundo. "Tampoco posee una gran empresa en la que todos los fieles de la Iglesia fuesen sus empleados o subordinados". Y prosigue, "por un lado es un hombre totalmente impotente, por otro tiene una gran responsabilidad… es el responsable de que la fe que mantiene unidos a los hombres sea creída, que siga estando viva y que permanezca intacta en su identidad". Y entonces, inmediatamente añade: "Pero sólo el mismo Señor tiene el poder de mantener a los hombres en la fe".

En otro momento reafirma su vieja idea de que ser Vicarius Christi implica ejercer una especie de "contrapoder respecto al poder del mundo", pero nunca en ejercer forma alguna de dominación… Y recuerda que el Primado del papa se desarrolló en los primeros siglos del cristianismo como "primado del martirio". Por cierto, Joseph Ratzinger considera que eso, que tal vez nos espanta, fue algo providencial para la libertad de la Iglesia y para la conformación del ejercicio del ministerio petrino.

Hay otro aspecto esencial que desarrolló hace pocos días ante los seminaristas de Roma.: que la primera tarea del papa es obedecer: pensar y vivir la fe de la Iglesia. El papa no habla como individuo aislado: "habla ex persona Ecclesiae, habla como hombre de la Iglesia, con su responsabilidad personal, pero también como persona que habla en nombre de la Iglesia… no expresa sólo ideas privadas, como un genio del siglo XIX… No habla como genio individualista, sino que habla precisamente en la comunión de la Iglesia"

Nos quedamos con una última idea expresada tras la JMJ de Sydney: "el papa no es un superstar, es siempre y absolutamente Vicario". Por eso su renuncia no relativiza el valor del papado como erradamente señalan algunos. Por el contrario indica su sustancia: ser sólo y absolutamente vicario del único Señor que tiene el poder de mantener a los hombres en la fe. Y conviene que ese vicario disponga de una plenitud de fuerzas para la dura brega de este momento.