Peret, el muerto `de parranda`

Cultura · Félix Caballero
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29 agosto 2014
Con la muerte de Peret desaparece el rey (y tal vez el padre) de la rumba catalana, pero también un intérprete y compositor dotado como pocos del don de la comunicación con su público y que inyectó a la música popular española una irrefrenable alegría de vivir y de disfrutar de la fiesta. El cáncer de pulmón parece habérselo llevado, pero, como dice su canción El muerto vivo, tal vez no esté muerto, sino solo “de parranda”.

Con la muerte de Peret desaparece el rey (y tal vez el padre) de la rumba catalana, pero también un intérprete y compositor dotado como pocos del don de la comunicación con su público y que inyectó a la música popular española una irrefrenable alegría de vivir y de disfrutar de la fiesta. El cáncer de pulmón parece habérselo llevado, pero, como dice su canción El muerto vivo, tal vez no esté muerto, sino solo “de parranda”.

Peret falleció el 27 de agosto a los 79 años en la clínica Quirón de Barcelona, aquejado de un cáncer de pulmón, dolencia de la que había informado a la opinión pública hacía un mes. El cantante confiaba en superar la enfermedad y poder volver en breve a los escenarios, en los que llevaba 65 años sin intención de jubilarse. Ultimaba el lanzamiento de su primer disco cantado íntegramente en catalán y estaba grabando a la vez un nuevo álbum en español.

La capilla ardiente con sus restos mortales fue instalada en el Ayuntamiento de la ciudad condal para que los ciudadanos pudieran despedirse del músico, que, según el alcalde de Barcelona Xavier Trias, supo transmitir “el carácter vital, abierto, acogedor y dinámico que caracteriza a la ciudad”. Peret había participado en 1992 en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, junto a Los Manolos, Los Amaya y otros exponentes de la rumba catalana, interpretando la canción Gitana hechicera, dedicada a la ciudad condal. Además, desde 1998 estaba en posesión de la Cruz de Sant Jordi, que otorga la Generalitat de Catalunya, y era hijo predilecto de la ciudad de Mataró desde el 3 de mayo de 2011.

El rey de la rumba catalana

Pedro Pubill Calaf, conocido artísticamente como Peret, ha pasado a la historia musical como el rey de la rumba catalana –un género sinónimo de fiesta y alegría–, y tal vez el padre, título que se disputaba con Antonio González Batista, el Pescaílla (1926-1999), marido de Lola Flores. Un nuevo género musical que triunfó dentro y fuera de España y que han compartido artistas como Javier Patricio Gato Pérez (1951-1990), Rumba 3, Los Manolos y Los Amaya.

La rumba catalana nació a finales de los años 50 en Barcelona fruto, según el propio Peret, de la fusión del rock and roll y del mambo cubano. El músico contaba que cuando era joven iba a la sala de fiestas Rialto a bailar los mambos de Dámaso Pérez Prado (1916-1989) vestido de roquero.

Con su guitarra “al ventilador”, girando entre sus brazos y sirviendo su madera como instrumento de percusión, Peret, llevó su impronta gitana a un género que estaba naciendo y que enseguida se hizo con las televisiones y las radios de los años 60. Con él, el franquismo pudo contraprogramar en casa la canción protesta y difundir más allá de los Pirineos la imagen de un país con una dictadura de fiesta, sol y playa.

En el escenario desde los 12 años

Peret nació en un pequeño asentamiento gitano de Mataró el 24 de marzo de 1935. Su padre se ganaba la vida como vendedor ambulante de telas y el futuro músico le acompañaba de pequeño en sus desplazamientos comerciales por Cataluña y Baleares, por lo que fue poco a la escuela. Parece ser que aprendió a leer de forma autodidacta fijándose en los carteles publicitarios.

Peret se subió a un escenario por primera vez con 12 años, acompañado de su prima Pepi, en el Teatro Tívoli de Barcelona, donde se presentaron como los Hermanos Montenegro. En 1962 grabó su primer EP con Ave María Lola, uno de los primeros éxitos de su dilatada carrera, en la que siempre actuó en familia.

En 1968 ganó el Festival del MIDEM, celebrado en Cannes (Francia), con la canción Una lágrima, versión rumbera de un vals del maestro Genaro Monreal (1894-1974) –autor también de Campanera o Clavelitos– y el éxito profesional más importante de su vida. Ese mismo año, el cantante británico Tom Jones le invitó para tomar parte en la televisión británica en un famoso show de su creación.

El bombazo internacional lo dio con Borriquito en 1971, con letra y música del propio cantante, que coincidió con el boom del turismo en España, lo que contribuyó a que la canción se popularizara en todo el mundo y en especial en los Países Bajos (donde fue número 1 durante siete semanas) y Alemania (donde encabezó las listas de éxitos durante dos semanas).

En 1974 representó a España en el Festival de Eurovisión con la canción Canta y sé feliz, que quedó en novena posición. El certamen supuso el encumbramiento del grupo sueco ABBA, que se impuso con el tema Waterloo.

Todas las orquestas incorporaron enseguida a su repertorio estos y otros temas como Belén, Belén, El gitano Antón, Don Toribio Carambola, Saboreando, ¡Lo mato!, Si fulano fuese mengano, Chaví, Qué cosas tiene el amor, A mí las mujeres ni fu ni fa, Castigadora o Tracatrá, que lo coronaron como el príncipe del ritmo, el baile y la fiesta.

En 1975 actuó en un festival musical que tuvo lugar en el El Aaiún, capital del Sahara, en honor de las tropas españolas, durante la Marcha Verde, junto a Rosa Morena, Karina, Lolita Sevilla, Arena Caliente y el humorista Chicho Gordillo. Se celebró durante dos días en el Tercer Tercio Sahariano de la Legión Don Juan de Austria, en donde actuó ante más de 12.000 personas, entre jefes, oficiales y soldados.

Peret actuó también en el cine en películas de baja calidad para dar a conocer sus canciones. Entre ellas figuran: Amor a todo gas, El mesón del gitano, A mí las mujeres ni fu ni fa o Si fulano fuera mengano.

En 1982, tras ingresar en la sección barcelonesa de la Iglesia Evangélica de Filadelfia, abandonó radicalmente su actividad artística para ejercer de pastor durante nueve años bajo el nombre de “Hermano Pedro”.

Regresó a la música a finales de esa década como productor del primer disco del dúo Chipén, con uno de sus ahijados al frente. Desde entonces, reapareció en los escenarios de forma esporádica, volviendo a la primera línea por la puerta grande en la fiesta rumbera de la la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.

En 2007, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina le homenajearon incorporando al repertorio de su gira conjunta Dos pájaros de un tiro el tema El muerto vivo, una canción del compositor y director de orquesta colombiano Guillermo González Arenas adaptada por Peret en 1966. El rey de la rumba acompañó en el escenario a los dos cantautores en el primer concierto de Barcelona en el Palau Sant Jordi. En 2006 ya había participado en el disco homenaje a Serrat Per al meu amic Serrat interpretando a ritmo de rumba Me’n vaig a peu.

En 2009 publicó su último disco, De los cobardes nunca se ha escrito nada, y al año siguiente recibió el Premio a Toda una Vida en los Premios de la Música, instituidos por la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE) y la Fundación Autor.

Símbolo del mestizaje musical, grabó con artistas tan dispares como David Byrne (de Talking Heads), Amparanoia, Macaco, Jarabedepalo, El Gran Silencio, Carlos Jean o Fermín Muguruza, y supo mantener entre sus seguidores a personas de distintas generaciones, llegando a actuar en 2008 en el festival Viña Rock de Villarrobledo (Albacete) ante 70.000 jóvenes entusiastas.

Con la desaparición de Peret no podemos dejar de derramar Una lágrima, pero sin apearnos de la invitación a la alegría de vivir de su Canta y sé feliz. Al fin y al cabo, el rey de la rumba tal vez no esté muerto, sino solo “de parranda”, “tomando cañas”, como dice él mismo en El muerto vivo.

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