`Papá, quiero ser crupier en Eurovegas`

El proyecto del magnate parece que ha tomado el nombre de Eurovegas. A cualquier experto en marketing no puede sino parecerle un error pues nadie suele recordar al segundo de lo que sea. En cambio, todos recordamos al original, al primero, al ganador. Por otra parte, está desprovisto de cualquier glamour montecarlesco, que puestos a copiar pues parece mejor, y en cambio, el término se asemeja mucho al de tantas denominaciones poligoneras industriales.
El avezado businessman (http://en.wikipedia.org/wiki/Sheldon_Adelson), hombre disimulado y astuto, resulta que está utilizando la típica jugada del "divide y vencerás", y no le va mal en su juego. De hecho, es un jugador. No debe sorprendernos si la banca finalmente gana. Como españoles, una vez más, damos muestras de escasa altura de miras en esto de unir esfuerzos. Catalanes y madrileños compiten, también en esto, y les ha faltado tiempo para ofrecer todo tipo de dádivas y prebendas, según dicen los mentideros de la Villa, de la ciudad condal y de la red de redes, en la forma de reformas regulatorias, tanto legislativas como reglamentarias.
De todo esto se desprende que habrá dos ganadores y dos perdedores. Sheldon y la región perdedora, ganarán. La sociedad española y la región ganadora, perderán. Ello, porque ¿qué efecto puede tener para la Imagen de España ser asociados a un turismo de juego, sin ninguna de las ventajas del glamour francés o italiano? ¿Qué efecto puede tener en nosotros ver como de fácil es perder el dinero que la mayoría ahorra con tanto esfuerzo? ¿Qué mensaje se lanza a las generaciones del futuro? En definitiva, ¿necesitamos como país apostar tan fuerte por esta industria?
Nuestro amigo, el Sr. Adelson, viene a ser la 16ª fortuna del mundo, y la tercera de los EE.UU. Se ha fijado en España, que ya tiene 39 casinos, que generan 227 millones de euros anuales. La situación respecto del juego y los casinos en España se detalla en el Informe Anual del Juego en España 2010, de la Subdirección General de Estudios y Relaciones Institucionales (Secretaría General Técnica. Ministerio del Interior, julio 2011 – http://www.interior.gob.es/file/54/54126/54126.pdf).
¿Quién ganará la partida? Analizado a nuestro rival el show no acaba más que comenzar. A partir del momento en que el asunto pasa de los despachos a los medios, en una clásica acción de lobby de presión intensa, todo lo que en la materia de Teoría de Juegos es una negociación sin información, comienza a tornarse en un juego de información completa para el Sr. Adelson, pues éste comienza a saber por boca de los propios políticos, todas las bondades y ganancias del proyecto en sus respectivos territorios. Por tanto, nuestro rival va sabiendo mucho más de nosotros y nosotros, en comparación, menos de él.
Por tanto, los rivales no son Cataluña y Madrid, como bien nos pretende hacer ver el Sr. Adelson, sino que son, por una parte, éste, y por otra, ambos Gobiernos autonómicos. Pero la negociación no se ha presentado así. La discusión no está en saber dónde se colocan los casinos sino en si un estado debe apostar por el juego como industria a fomentar. Un Gobierno que sube impuestos y propugna al tiempo el ahorro y la austeridad, ¿quiere vernos desfilar en limusinas, con cadenas de oro y billetes de 500 a tutiplén?
Entonces, cabe preguntarse si el gobernante debe buscar lo mejor para su pueblo. Además, si lo justo es preservar la paz social, el progreso y el bienestar de los ciudadanos (el bien común), ¿puede un proyecto de casinos al estilo que propone el magnate americano ayudar? ¿Será mejor o peor para los hombres y mujeres de estas dos regiones, motores del progreso nacional? ¿Querríamos esta profesión, con ser digna, por supuesto, como meta profesional para nuestros hijos?
Es posible (casi seguro) que los gobernantes traten de nadar sin mojar la ropa, pero es el momento del estadista. En este caso, entre Mas y Aguirre, ésta última tiene los mimbres para serlo, y hasta quizá lo esté siendo en este momento, pero lo que es seguro es que existen otras formas de avanzar por la senda de la innovación y del progreso, y que estas no pueden ser otras que las del humanismo cristiano, entendido como aquel que es capaz de responder a la afirmación figurada del comienzo: "Papá quiero ser crupier". La respuesta: "Quod anima satis, filia/ius? Sé lo que quieras, mientras no hagas mal a nadie, seas bueno/a en lo tuyo, y sigas tu corazón, que, con Su ayuda, es lo único que cambiará el mundo".