´Muchos esperan que unos pactos resuelvan la crisis por arte de magia´
En un reciente artículo en el diario El País ("La desconexión"), usted sostiene que existe un grave divorcio entre los políticos y la ciudadanía. ¿Qué factores explican ese divorcio?
Es el resultado de la combinación de tres factores: la tendencia de los partidos a derivar hacia oligarquías partidistas, dominadas por sus dirigentes; mecanismos electorales como el sistema proporcional (cuando no es compensado por otras cosas), que hacen que los políticos no sean responsables de manera directa y personal ante sus electorados; y la debilidad del espíritu cívico y el interés por la política de los electorados. En el caso español, estos tres factores son bastante fuertes desde hace tiempo.
¿A qué cree que obedece la confusión que muestra la sociedad ante la crisis económica que también se desprende de su estudio "La travesía del desierto"?
Tenemos un sistema educativo y un debate público de baja calidad desde hace mucho tiempo; y ello es reforzado por un sistema económico que, en general, no exige un alto nivel de cualificación profesional. La consecuencia es una clase política y una sociedad que no entienden el funcionamiento de la economía, ni cuando todo va bien ni cuando entra en crisis. De aquí su confusión.
Si el país no confía en sus representantes democráticamente elegidos, ¿a quién están confiando los españoles la ayuda para encarar la situación?
La sociedad española todavía no ha adoptado la actitud de "encarar la situación". Parece que la mayoría quiere que se resuelva, sin encararla. Tal vez por eso muchos esperan que unos pactos resuelvan la situación mágicamente; sin entrar a discutir el contenido de los pactos.
¿En qué medida están contribuyendo los medios de comunicación a forjar esa desconfianza?
Las páginas económicas de los periódicos suelen ser bastante informativas. Pero en la información política y en la opinión de los medios de comunicación en general, que llegan más al gran público, se suele dar la información sobre la crisis y la política (con excepciones) de manera desordenada, partidista y enfática. El resultado es añadir confusión.
¿Es en este sentido el caso español un ejemplo aislado? ¿Existe ese alejamiento progresivo entre los ciudadanos y la clase política en el resto de países de nuestro entorno? ¿Qué percepción tienen el resto de sociedades occidentales?
El caso español no es único. Pero más que consolarse con quienes lo hacen peor, conviene mirar a quienes lo hacen mejor. Por ejemplo, los ingleses exigen más a sus políticos, entre otras cosas porque tienen un sistema electoral que favorece el exigirles cuentas de manera directa y personal. Los suecos, y los nórdicos en general, exigen mucha transparencia a sus políticos. Los franceses también desconfían de sus políticos, pero tienen más interés en la política (y por tanto, más espíritu cívico) que los españoles.
¿Está demostrando madurez la sociedad civil española ante la crisis? ¿Por qué?
La sociedad civil muestra una madurez a medias. Por un lado, reacciona y se ajusta a la situación, por ejemplo, aminorando el efecto del paro gracias a las familias. Por otro, es evidente que hay asociaciones con espíritu proactivo, con impulso, y con una voz cuyo contenido es razonable y va más allá de su interés particular; pero su número no es suficiente, y aún no tienen gran influencia. Su proyección cívica es débil.