¿Mártires de la verdad sobre el hombre?

Mundo · Benigno Blanco
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17 octubre 2013
Acabamos de recordar a más de 500 mártires españoles, gente que aceptó la muerte y la tortura antes que blasfemar o renegar de Dios. ¿Cuántos católicos de hoy serían capaces de aceptar el martirio antes que renegar de Dios? Podemos tener un buen índice para aproximarnos a una contestación a esta pregunta, examinando -examinándonos- si somos capaces de no renegar del hombre, que es la forma actual de negar a Dios.

Acabamos de recordar a más de 500 mártires españoles, gente que aceptó la muerte y la tortura antes que blasfemar o renegar de Dios. ¿Cuántos católicos de hoy serían capaces de aceptar el martirio antes que renegar de Dios? Podemos tener un buen índice para aproximarnos a una contestación a esta pregunta, examinando -examinándonos- si somos capaces de no renegar del hombre, que es la forma actual de negar a Dios.

El ateísmo y el nihilismo contemporáneos no exigen a los cristianos en el mundo libre euro americano que renieguen de Dios, pero cada vez más exigen que los cristianos renieguen de la verdad sobre el hombre si quieren ser ciudadanos de primera. No se nos pide la blasfemia directa contra el nombre de Dios, pero se nos exige otra forma de blasfemia: aceptar como normal los atentados contra la dignidad humana. Se nos pide que aceptemos que eliminar niños en el seno materno no atenta contra el derecho a la vida, que aceptemos que en materia de sexualidad no hay criterio natural ni ético alguno distinto del libre querer de cada uno, que aceptemos la reconstrucción del concepto de matrimonio al albur de los postulados de género. Es decir, se nos exige cada vez de forma más intolerante que incorporemos a nuestra forma de pensar y actuar la negación de la verdad sobre el hombre inscrita en nuestra naturaleza; se nos exige renegar de Dios a través del desprecio a su gran amor: el hombre.

¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ser mártires antes que renegar del hombre, antes que blasfemar contra el nombre de Dios en las carnes de su criatura predilecta, el hombre? Estoy seguro que la respuesta es: ¡muchos!; pero quizá no todos los que son llamados a dar testimonio de su fe en el hombre porque creen  en el Dios que ama con locura a cada ser humano.

Quizá los españoles de hoy no seremos nunca conminados a escupir un crucifijo o a pisotear con desprecio el pan eucarístico, pero sí seremos invitados a ´bendecir´ un aborto o al menos a decir que no es para tanto; seremos animados a dejar que se de una dosis excesiva y no indicada a ese abuelo terminal que yace en el Hospital; seremos impulsados a decir que la masculinidad y la feminidad no definen a la persona constitutivamente sino que son un producto cultural maleable; se nos animará a aceptar com matrimonio lo que no lo es; se nos exigirá aceptar que la verdad sobre lo humano se construye socialmente por consenso en cada momento; se nos pedirá abdicar de la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos en familia la verdad sobre el hombre para dejar esa tarea en manos del sistema educativo manejado por los ideólogos del poder; … Estas son las nuevas formas de blasfemia que exigen voluntad martirial para no ser aceptadas.

Crece a nuestro alrededor una cada vez más exigente intolerancia en nombre de una presunta tolerancia. Los que defienden el ´seudoprogresismo laicista de género´ cada vez presionan más para poner el Estado y las organizaciones internacionales como ONU al servicio de su pretensión totalitaria de exigir la adhesión incondicional a sus postulados. Y van teniendo éxitos que hacen peligrar la libertad. Quizá en un futuro no muy lejano, en las viejas tierras europeas que vieron nacer el amor a la libertad, haya que ser mártires para defender la verdad sobre el hombre y nuestra libertad. ¿Estaremos dispuestos a ser mártires como lo estuvieron esos quinientos que acabamos de recordar?

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