La Venus de las Pieles

Cultura · PaginasDigital
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22 mayo 2014
¡Qué oscuro y profundo puede llegar a ser el corazón humano! En él guardamos desde los anhelos más sublimes hasta los deseos más inconfesables. Aunque porque salgan desde lo más profundo del hombre no quiere decir que todo vale. Hay deseos que nos engrandecen, nos humanizan, nos hacen ser más nosotros mismos pero hay otros que nos vuelven viscerales, instintivos, salvajes...

¡Qué oscuro y profundo puede llegar a ser el corazón humano! En él guardamos desde los anhelos más sublimes hasta los deseos más inconfesables. Aunque porque salgan desde lo más profundo del hombre no quiere decir que todo vale. Hay deseos que nos engrandecen, nos humanizan, nos hacen ser más nosotros mismos pero hay otros que nos vuelven viscerales, instintivos, salvajes… Estos últimos nos pueden sacar una grotesca y esperpéntica caricatura de nosotros mismos. La bondad del placer puede arrebatarnos vertiginosamente hacia lo más tenebroso.

Así salgo del teatro, con estas reflexiones en mi cabeza y un poco asustado después de ver La Venus de las pieles. Asustado por el fondo de la trama pero a la vez enamorado del teatro bien hecho, por esto salgo tan conmovido. Esta obra por sí misma exige un gran director y unos actores que lo pongan todo sobre el escenario. Si no es así, estén seguros que aburriría y sería poco creíble. No es el caso.

Diego del Pino (Diego Martín) es un dramaturgo en busca de la actriz perfecta para que interprete la adaptación de la polémica novela La Venus de las pieles (origen del sadomasoquismo y un auténtico escándalo en el siglo XIX). Inesperadamente aparece Vanda (Clara Lago) una actriz extrovertida y vulgar que cuando empieza el casting encarna a la perfección a Wanda von Dunajew. A partir de este momento Diego y Vanda a asumir los roles de la adaptación de La Venus de la pieles (la novela) sin marcar los límites entre ellos y los personajes. Realidad, ficción, improvisación, vuelta a la novela, a la fantasía… lo que empieza como un juego toma tintes de realidad y comienzan a aflorar lo más oscuro de ellos mismos. Están interpretando el papel de sus vidas o, más bien, están expresando el personaje que querrían tener en la vida.

Sobre el escenario acontece lo que el pintor romántico Füssli plasmó en La pesadilla: una criatura que atormenta nuestros sueños pero que despierta un placer oculto. La Venus de las pieles (la novela) está también en esa corriente del XIX salpicada por la crítica de Nietzsche a la cultura occidental y la exaltación de lo dionisiaco frente a lo apolineo, la liberación de los deseos más ocuros – el vértigo que representa Vanda- y la estabilidad tradicional – la felicidad que representa la prometida de Diego-.

Al igual que los dioses griegos o romanos que cambiaban de apariencia y seducían fácilmente a los mortales, Diego Martín y Clara Lago cambian de registro con solo pestañear. Al igual que el Titán Atlas sostiene sobre sus hombros la Tierra, Diego y Clara sostienen la carga dramática de la obra con una interpretación extraordinaria y una gracia insospechada. Uno puede  contar hasta más de dos y más de tres registros distintos en estos actores en un tiempo mínimo. Clara Lago se impone como una de las mejores actrices del momento, es una Venus de los escenarios que seduce con una mirada dulce y desafiante. Diego Martín se encumbra también como uno de los grandes que atrae por la gran expresividad que ofrece con su rostro (qué lástima que los papeles que le suelen dar en la pequeña pantalla no saquen de él todo su talento) y una presencia que llena el escenario. Y, por supuesto, David Serrano, el director de la obra, es quien ha sabido explotar el potencial interpretativo de estos actorazos.

Esta obra, escrita por uno de los aclamados dramaturgos estadounidenses, David Ives, fue estrenada en el off-Broadway en 2010 y ha ido cosechando éxitos allá donde se ha estrenado, espero que en Madrid ocurra lo mismo. El Teatro Español nos vuelve a sorprender esta temporada con otra obra de gran calidad. Una oportunidad más para poder disfrutar de la magia y la seducción de las artes escénicas. Pero algunos se empeñan en no ir al teatro por quedarse frente a la “caja tonta”…

@Chema_Alejos

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