`La reforma de la Constitución es una asignatura pendiente`
Uno de los debates abiertos de cara a la próxima legislatura es el de abordar una reforma constitucional. ¿Cuál es la importancia de la Constitución en el marco de la convivencia social? La sociedad ya no es la misma que en 1978. ¿Hay que actualizarla?
La Constitución tiene una relevancia decisiva en un Estado democrático. Establece el marco básico de convivencia de los ciudadanos de una nación, de una comunidad política que se constituye en Estado de Derecho. Es la Norma Suprema del ordenamiento, la fuente de todas las demás normas y de la que deriva la legitimidad de todos los órganos del Estado, de todos los niveles administrativos y de Gobierno: el central, el autonómico y el local.
Para salvaguardar esta supremacía de la Constitución y su propia vigencia, se prevén diversos instrumentos. El control de constitucionalidad de las leyes es quizá el más conocido y frecuente, por la labor que día a día realiza el Tribunal Constitucional. Pero la propia reforma constitucional es otro de los mecanismos de defensa de la Constitución, puesto que es el que permite actualizarla a los nuevos tiempos. Una Constitución que no se reforma con frecuencia acaba siendo una Constitución obsoleta, una Constitución nominal o semántica (siguiendo la terminología del iuspublicista alemán Loewenstein). Por eso la reforma constitucional debería ser una institución a la que se acude periódicamente. No hacerlo así supone poner en peligro la propia vigencia de la Constitución. Todos los países de nuestro entorno han hecho frecuentes reformas constitucionales, y se abordan sin ningún tipo de tabúes o de traumas. En España esto es una asignatura pendiente. Cuanto más tiempo tardemos en abordarlo, más riesgo habrá de ruptura y no de reforma constitucional.
La Constitución de 1978 fue el fruto de un gran consenso, ¿cree que es posible volver a alcanzarlo?
Siempre es deseable alcanzar el mayor grado de consenso posible. Pero pienso que no hay que obsesionarse con las comparaciones. La propia Constitución, en los artículos que regulan la reforma constitucional, establece unas mayorías reforzadas (de dos tercios o de tres quintos, en función de los procedimientos de reforma que se utilicen), y esas mayorías reforzadas son las que concretan cuál es el consenso al que se debe llegar. Si se alcanzan las mayorías previstas en la Constitución para su propia reforma, es suficiente. No creo que se tenga que ir más allá necesariamente, aunque es evidente que si se logran mayorías todavía más amplias, políticamente es mejor. No obstante, insisto en que el hecho de no sobrepasar esas mayorías fijadas en la propia Carta Magna no debe suponer una barrera para acometer o aprobar la reforma.
Los partidos hablan de revisar el modelo autonómico, ampliar derechos y libertades, etc. ¿Qué proponen los principales partidos que se presentan a las elecciones?
Las propuestas de cada partido se pueden encontrar en cada uno de sus programas electorales. Pero la Constitución no puede convertirse en una especie de cajón de sastre donde todo cabe. No puede regularlo todo, no puede garantizarlo todo. Es el marco básico de convivencia, que luego necesitará sus correspondientes desarrollos, a través de leyes orgánicas u ordinarias. Cuando escucho las propuestas de algunos partidos que quieren meterlo todo en la Constitución, me pregunto si saben de lo que están hablando. Porque convertir la Constitución en una norma reglamentista perjudica la propia estabilidad de la norma constitucional, y pervierte su naturaleza. No se puede tener alma de Constitución y cuerpo de Reglamento, como algunos parece que pretenden. Por ejemplo, se habla mucho de “blindajes”, y también se habla de “blindar” muchos derechos sociales. Pues bien, yo no veo viables ni convenientes algunas de las propuestas. Las obligaciones de prestación de derechos o de servicios que tiene el Estado para con los ciudadanos tienen un coste económico, y como Estado no podemos gastar más de lo que ingresamos (como no lo hacemos en cualquier familia). Por lo tanto, el supuesto blindaje de algunos derechos no servirá de nada si el país va a la bancarrota, como por ejemplo está pasando en algunos países iberoamericanos que tienen Constituciones muy grandilocuentes pero que luego no pueden cumplir con lo previsto en el texto constitucional.
¿Cuáles son las materias que cree usted que son más urgentes para ser objeto de reforma?
Algunas son reformas pequeñas pero necesarias, como la de incluir las referencias a la Unión Europea y la supresión de la primacía del varón sobre la mujer en la sucesión a la Corona, o la propia denominación de las Comunidades Autónomas. Otras son más complejas, pero también habría que abordarlas, como por ejemplo la actualización de los derechos fundamentales, cuyo catálogo ha evolucionado desde 1978 hasta ahora, y la correlativa actualización de los niveles de garantía de esos derechos. Y, por supuesto, la reforma más necesaria, pero más difícil, es la de cerrar el modelo autonómico, que en la Constitución actual es un modelo permanentemente abierto. Ya el Consejo de Estado alertó sobre esa necesidad en su excelente informe sobre la Reforma constitucional. Informe que, por cierto, bien podría servir de pauta para empezar a hablar de la modificación de nuestra Constitución.