La medicina personalizada y la farmacogenómica

Cultura · Juan Carlos Hernández
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13 julio 2021
En el último libro de Nicolás Jouve, El mensaje de la vida: Credo de un genetista (Ed: Encuentro), el catedrático de Genética aborda varias cuestiones sobre bioética de gran actualidad desde una perspectiva multidisciplinar.

El empleo de células madre pluripotentes inducidas (iPS) como herramienta valiosa y moralmente lícita para la medicina regenerativa, la tecnología CRISPR-Cas9 como método de edición de genes, pasando por una discusión sobre temas siempre polémicos como el aborto, la eutanasia, el transhumanismo… enjuiciados desde el rigor científico y el humanismo cristiano. La dignidad es algo que se reconoce no algo que se mide y se otorga o se deniega, afirma el profesor Jouve. Preciosas las páginas donde se describe el desarrollo embrionario, donde más adelante asevera que “es necesario tener presente la independencia genética y biológica del embrión y del feto respecto a la madre que lo gesta, al tiempo que se establece con él una relación de simbiosis”. Además cuenta con una extensa descripción de la figura de Jérôme Lejeune (los beneficios de este libro van para su fundación), autor del descubrimiento de la trisomía 21.

Ante el desarrollo espectacular que ha experimentado la genética en los últimos años y las posibilidades que se abren, ¿dónde está el límite? La limitación primaria y más evidente de todo poder que pretenda ser legítimo es la que se refiere a la vida misma, afirma retomando una cita del filósofo Julián Marías.

A modo de introducción de esta obra hemos recogido en este artículo, con permiso del autor, un pequeño fragmento de un capítulo sobre la medicina personalizada:

«En octubre de 2012 se publicó un avance del llamado Proyecto 1100 Genomas, que incluía un mapa comprensivo de la variación genética humana basada en las secuencias completas del genoma de 1.092 voluntarios de Europa, Asia del este, África y América. Los estudios demostraron que cada persona lleva más de 11.000 variaciones en el ADN, de las cuales se puede predecir que por lo menos 300 afectan a funciones génicas, y por tanto a las proteínas que codifican. Esta investigación demostraba la implicación de las variaciones de determinados alelos de los genes en enfermedades concretas. Como dato de interés quedó demostrado que la práctica totalidad de los individuos en que se llevó a cabo el análisis genómico poseían varios alelos de distintos genes que podrían estar relacionados con patologías, aunque no se manifestaran por ser recesivos en presencia de los alelos dominantes o por su falta de expresividad

Lo que todo esto significa es que no existe un genoma humano completamente limpio o exento de genes relacionados con un cierto riesgo patológico.

Tras la evolución operada en la tecnología que hace posible la secuenciación del ADN, se ha producido un considerable ahorro económico y de tiempo para la obtención del genoma individual de una persona, o cuando menos de las regiones de mayor interés por su implicación en las potenciales patologías de causa genética. Esta capacidad va a beneficiar a muchas personas que podrán obtener un diagnóstico más preciso y un tratamiento más adecuado de sus patologías. Existe el consenso de expertos en genómica de que un cribado de tan solo 76 genes permitiría conocer el riesgo de contraer las enfermedades o patologías más frecuentes.

Debido a ello se han empezado a desarrollar proyectos que tienen por finalidad conocer las variantes genéticas implicadas en las enfermedades en muestras amplias de la población. Así, en 2013, el Departamento de Salud y Cuidado Social del Reino Unido, lanzó el desarrollo de un proyecto con recursos públicos denominado 100.000 genomas, que pretende analizar el genoma de una muestra de 70.000 personas.

La experiencia acumulada en los años en que se han ido conociendo las principales mutaciones implicadas en enfermedades genéticas demuestra que, aun compartiendo la misma mutación, dos personas no manifiestan los mismos síntomas, o incluso una presenta la enfermedad y la otra no. Esto quiere decir que los diagnósticos genéticos basados en la detección de variantes en el ADN deben utilizarse con cautela, ya que lo único que se revela con ello es el mayor o menor riesgo estadístico o probabilidad de desarrollar una enfermedad. Tal como ocurre con el diagnóstico genético preimplantatorio y prenatal, además de las mutaciones en los genes existen otros factores que pueden determinar una variación en el grado de expresividad de la patología que se diagnostica haciendo muy difícil el pronóstico de su gravedad. Los factores que pueden influir en el grado de expresión de los genes son diversos: fisiológicos, ambientales, epigenéticos e interactivos con relación a la actividad de otras regiones del genoma. Esto significa que todavía es pronto para llevar a cabo un pronóstico preciso de una enfermedad a partir de los datos de las secuencias genómicas, aunque evidentemente cuanto mayor sea la muestra de genomas analizados más precisos serán los pronósticos.

Ante la perspectiva de un futuro en el que se prevé una generalización de un tipo de análisis tan sensible como lo es la información genética de cada persona, conviene recordar que la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial de junio de 1964, implantó unos códigos deontológicos por los que se asumía que el progreso médico debe basarse en la investigación, pero que es necesario establecer unos límites en la confidencialidad de los datos y contar siempre con el consentimiento informado, que son cuestiones de obligado cumplimiento desde entonces, no sólo en los ensayos clínicos sino también en la práctica de la medicina en general. En realidad, la práctica médica debería ser siempre individual y, aunque basada en los datos ofrecidos por la creciente tecnología analítica aplicada al conocimiento de la salud, los tratamientos deberían ajustarse al perfil de cada paciente, que es a lo que se refiere la medicina personalizada.

La medicina personalizada busca siempre el mejor remedio para cada paciente, y lo importante es combatir la enfermedad, para salvar al enfermo. Aunque, esto puede representar un coste económico a veces difícil de asumir por los sistemas públicos de salud. Es preciso dar tiempo al camino a recorrer hasta llegar al análisis completo del genoma de un paciente, que, se espera permitirá no solo diagnosticar una patología sino también el tratamiento más adecuado. De hecho, ya existen secuenciadores de ADN que pronto se añadirán a los análisis habituales, las biopsias, ecografías, resonancia, TAC, etc.

Desde que culminó el Proyecto Genoma Humano, la Agencia Americana del Medicamento de los EE.UU. (FDA) recomendó a los médicos que estudiasen el perfil genético de los pacientes antes de escoger entre las diferentes opciones de fármacos de uso general que se pueden aplicar en enfermedades de causa genética y en particular en enfermos de cáncer. La caracterización de las variantes genéticas implicadas en la enfermedad por medio de biomarcadores puede ayudar a los médicos a identificar incluso qué tipos de fármacos resultarían peligrosos y contraindicados».

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