Insatisfechos y por eso hombres
En la JMJ de Portugal Francisco ha mirado a la cara a la secularización de los jóvenes europeos y americanos. El cansancio “es un sentimiento bastante difundido en los países de antigua tradición cristiana, afectados por muchos cambios sociales y culturales, y cada vez más marcados por el secularismo, por la indiferencia hacia Dios y por un creciente distanciamiento de la práctica de la fe” -ha señalado-.
Los datos son contundentes. El nivel de religiosidad es medio-bajo en los países de la Unión Europea. Las previsiones apuntan que en los próximos años el Viejo Continente llegará a perder 100 millones de cristianos. En Estados Unidos, señala el Pew Research Center, “desde los años 90 muchos estadounidenses han abandonado el cristianismo y se definen como ateo, agnósticos o sin identidad religiosa”. Norteamérica era el último reducto occidental no secularizado.
En esta situación, el Papa ha hecho un llamamiento a construir una Iglesia abierta: “que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar a quienes entran y quienes no entran”. ¿Por qué los jóvenes de los países de antigua tradición cristiana pueden tener algún interés en asomarse a la Iglesia?. “¿Por qué la Iglesia? se preguntaba, Jorge Mario Bergoglio, en el prefacio a la edición argentina del volumen del mismo nombre de Luigi Giussani. Y se respondía: “viviendo la experiencia de la comunidad cristiana, el hombre de hoy puede verificar que esta realidad no es solamente humana, sino que esta vida corresponde a las exigencias más radicales del corazón, que permite encarar las circunstancias y los problemas cotidianos con una mirada y una postura cien veces más realista y verdadera, que permite experimentar, desde ya, en esta tierra, el «ciento por uno» (Mc 10,30) en el amor, en el trabajo, en la vida social, hasta en el dolor y en el sufrimiento. Es como el alba, una anticipación de la vida eterna. Éste es el desafío que nos propone el padre Giussani”
Experiencia, correspondencia y verificación del valor de la fe como respuesta a las exigencias del corazón humano. Esto son los elementos que hacen interesante y le dan autoridad a la Iglesia. “El Papa y el padre Giussani nos dejan un pueblo, una Iglesia viva, a través de la cual quien busca realmente la respuesta a su anhelo de felicidad y de verdad puede —hoy como hace dos mil años— vivir un encuentro fascinante, una experiencia verdadera, una realización de su humanidad”, concluía Bergoglio.
Solo la intuición de que la insatisfacción puede encontrar una respuesta permitirá que los jóvenes se asomen a las iglesias. Una humanidad realizada también es el camino para los que llevan mucho tiempo en la Iglesia. La insatisfacción no se queda fuera, acompaña al cristiano y lo convierte en peregrino. “Pessoa dijo, de un modo atribulado pero acertado, que «estar insatisfecho es ser hombre» (O Quinto Império, en Mensagem). No debemos tener miedo de sentirnos inquietos, de pensar que lo que hemos hecho no basta. Estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y contra el narcisismo. El carácter incompleto define nuestra condición de buscadores y peregrinos”-ha señalado el Papa en Portugal-.
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