¿Hitler escapó con vida a la Argentina?

Cultura · Horacio Morel (Buenos Aires)
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28 abril 2014
¿Fantasía o realidad? Por ahora, sólo misterio. Pero la prensa inglesa vuelve a poner el tema en discusión, sobre la base del archivo sobre la suerte de Adolf Hitler que desclasificara el FBI en junio de 1998: el genocida nazi y su mujer Eva Braun no habrían muerto en su búnker de Berlín mediante la ejecución de su pacto suicida el 30 de abril de 1945, sino que habrían escapado en submarino con destino a la Argentina.

¿Fantasía o realidad? Por ahora, sólo misterio. Pero la prensa inglesa vuelve a poner el tema en discusión, sobre la base del archivo sobre la suerte de Adolf Hitler que desclasificara el FBI en junio de 1998: el genocida nazi y su mujer Eva Braun no habrían muerto en su búnker de Berlín mediante la ejecución de su pacto suicida el 30 de abril de 1945, sino que habrían escapado en submarino con destino a la Argentina.

Según los documentos del FBI en que basa su informe el periódico Daily and Sunday Express, la pista la habría aportado a un agente norteamericano un ciudadano argentino residente en Los Ángeles, California, quien en septiembre de 1945 le refirió que Hitler habría desembarcado en las costas patagónicas –más precisamente en el Golfo San Matías– en el mes de mayo de ese año, un par de semanas después de la caída de Berlín.

Según ese testimonio, dos submarinos habrían llegado al paraje conocido como ‘Caleta de los Loros’, ubicado en el Golfo San Matías, en el litoral atlántico argentino. Las naves habrían sido hundidas a unos 800 metros de la costa, aunque avistadas durante años por vecinos de la zona en períodos de bajamar, donde dejaban ver su silueta parcialmente tapada por la arena, según el testimonio de un piloto civil que solía sobrevolar la zona en la década de los 50, Mario Chironi, recogido por el periódico La Nación de Buenos Aires en su edición del 6 de julio de 1998.

Los archivos otrora secretos del FBI dicen que luego de pernoctar en un hotel de la ciudad de San Antonio Oeste (pequeña ciudad que por entonces debía toda su actividad económica a la firma alemana Sassenberg & Cia), Hitler y sus acompañantes fueron trasladados en dirección hacia la cordillera de los Andes, afincándose por largo tiempo en un campo propiedad de una familia alemana, vecino a San Carlos de Bariloche, la Hacienda San Ramón.

Pero a partir de allí, los datos se vuelven imprecisos y confusos. Un informante dice haber visto a Hitler caminando por una calle de Charlottesville, Virginia, EEUU, el 18 de julio de 1946. Y luego otro, que el Führer habría sido individualizado el 16 de julio de 1947 en un casino “entre Buenos Aires y Río de Janeiro”, ciudades que distan dos mil kilómetros una de otra, presumiblemente en “Río Grande del Sur”, que no es una ciudad, sino un estado de más de 280.000 kilómetros cuadrados. Los informes de inteligencia elevados al jefe del FBI, J. Edgar Hoover, pintan a Hitler paseando como un turista más entre Sudamérica y los Estados Unidos. Quienes creen en la versión de que el jerarca alemán no murió en Berlín sostienen que logró escapar con la ayuda de los EEUU y Gran Bretaña, antes de que los soviéticos tomaran el control de la capital alemana, a cambio de dinero y transferencia de tecnología. En lo que no están de acuerdo es en el lugar y fecha de su muerte: unos afirman que falleció en Paraguay en febrero de 1971, otros en Córdoba (Argentina) en 1962, y otros en Nuestra Señora do Livramento (Brasil) en 1984, según publicara O Globo con foto incluida de un Hitler abrazando a su amante ¡morena!

Si bien es cierto que la localización de Adolf Eichmann en la zona suburbana de Buenos Aires en mayo de 1960 y su secuestro por el Mossad fue consecuencia de la delación de un vecino, sin que ninguna operación de espionaje previa hubiera contribuido para su hallazgo, resulta poco creíble que si Hitler se movía con tanta libertad por la geografía americana ello no fuera advertido por los servicios de inteligencia israelíes para capturarlo y llevarlo al juicio marcial al modo en que se sometiera al teniente coronel de las SS en Jerusalén para finalmente ahorcarlo en Ramla, cremarlo y esparcir sus cenizas en aguas internacionales, impidiendo cualquier tipo de “santuario nazi”. Aunque no es menos cierto que los cuerpos hallados en el búnker de Berlín, en parte calcinados, nunca pudieron ser en verdad identificados según le habría referido Stalin a Churchill.

Los archivos secretos del FBI que dan espacio para todas estas conjeturas fueron desclasificados en 1998. Pero, ¿qué hay de nuevo?

Abel Basti, periodista argentino radicado desde 1978 en Bariloche, donde además trabajó como guardaparque recorriendo la zona en la que se afirma Hitler habría vivido al menos entre 1945 y 1955, acaba de publicar su investigación final sobre las huellas del Führer en Argentina (“Tras los pasos de Hitler”, Editorial Planeta, 2014), quinto libro de una saga iniciada con “Bariloche Nazi” (2004), “Hitler en la Argentina” (2006), “El exilio de Hitler” (2010) y “Los secretos de Hitler” (2011). Basti relaciona directamente la llegada de Hitler a la Argentina con la existencia de los dos submarinos hundidos en el Golfo San Matías, de cuya búsqueda participó, aunque por ahora el intento de rescate de las embarcaciones resultó sin éxito, alegando el periodista que la falta de las coordenadas exactas dificulta su localización y que las tareas continúan hasta el presente mediante rastreos magnetográficos. Dice Basti que esos dos submarinos formaban parte de una docena de ‘U-Boote’ que zarparon de Europa al final de la Segunda Guerra para exiliar oficiales, bienes, dinero y documentación nazis, como parte de la operación ‘Paper Clip’ pactada entre aliados y alemanes, y que los otros dos submarinos que se entregaran el 17 de agosto de 1945 en Mar del Plata (Argentina) formaban parte del mismo convoy que habría traído a Hitler hasta la Patagonia.

En el último de sus libros, Basti sostiene que Hitler se movió con total libertad por varios países de Sudamérica con identidades falsas, como “Adolf Schütelmayor” o “Kurt Bruno Kirchner” (sí, ¡Kirchner!), recogiendo los supuestos testimonios de su catadora de comida, Eloísa Luján, y de la sobrina de su cocinera, Carmen Torrentegui, quienes habrían tratado cotidianamente con el genocida alemán.

La obra de Basti está cuestionada, acusada de plagio. Se dice en la web que es una burda síntesis de títulos anteriores (“Gestapo Chief” de Gregory Douglas, “Hitler’s Escape” de Ron T. Hansic, “Escape from the bunker” de Harry Cooper, y “El escape de Hitler” de Patrick Burnside), todos libros que carecerían de rigor histórico y documental. A su vez, Basti ha demandado por plagio a Simon Dunstan y Gerrard Williams, autores de “The Grey Wolf: The escape of Adolf”, con quienes alega haber firmado un contrato para publicar su libro en Inglaterra y filmar una película basada en la obra del argentino, pero que los ingleses desaparecieron y luego publicaron su libro por medio de la editorial Sterling Publishing, también demandada por Basti.

Misterios aún no revelados, datos sin confirmar y acusaciones cruzadas sobrevuelan todavía hoy proyectando la sombra del demonio nazi.

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