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Es lo público, lo realmente público

Editorial · PaginasDigital
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17 septiembre 2011
En España la calle vuelve a ser noticia. Los penúltimos que salieron a manifestarse fueron los indignados. Empezaron pidiendo una democracia real y acabaron pegando a los peregrinos de la JMJ. Los últimos son los representantes de sindicatos de profesores de la enseñanza pública. Por supuesto, no tienen nada que ver con los miembros violentos del movimiento 15-M. Son gente mucho más formada y civilizada que los pocos indignados que quedaban en agosto en la capital de España. Son funcionarios y tienen empleo de por vida.

No la emprenden a golpes con nadie, al menos físicamente. Protestan porque varias Comunidades Autónomas, en las que gobierna el PP, han decidido elevar el número de horas de clase que tienen que impartir. Este martes, coincidiendo con la inauguración del curso escolar en Madrid, han convocado una huelga en los colegios públicos. Sus portavoces y defensores han terminado criticando a la escuela católica porque recibe dinero de las arcas del Estado. Al final va a llevar razón el gran Jiménez Lozano. Hace mucho tiempo denunció que en España siempre todo acaba siendo clerical, también, y sobre todo, lo anticlerical.

Y lo que hace falta es un debate verdaderamente laico. O, lo que es lo mismo, empezar a hablar en serio de lo público, de qué es realmente lo público. Nuestro país ha heredado una tradición estatalista fortalecida por el franquismo y potenciada por el socialismo. La huelga de los profesores es una buena ocasión para empezar a hablar de la "legitimidad" de que se destine dinero público a las obras educativas de iniciativa social. En eso consiste el principio de s-u-b-s-i-d-i-a-r-i-e-d-a-d. Las cuentas de las Comunidades Autónomas no resisten más. Los datos de déficit que se presentaron a principios de septiembre reflejan que en el primer semestre del año se ha alcanzado el porcentaje previsto para todo el año. Y cuando hay que ajustar, se dispara contra "la otra" enseñanza pública.

El primer gobierno del socialista Felipe González, en 1985, creó el sistema de conciertos que paga el sueldo de los profesores de los colegios de iniciativa social. El Estado no ha gastado dinero en la compra de suelo ni en su construcción. Esos colegios también son públicos aunque no estén gestionados directamente por el Estado. No es un inconveniente, como algunos argumentan, que los padres o los promotores les hayan dado una identidad. Al contrario, es signo de una democracia realmente laica. La implantación de la concertada varía según las Comunidades Autónomas, los socialistas han dificultado, por lo general, su desarrollo. Pero en algunos casos como el País Vasco o Madrid está en el entorno del 40 por ciento. Según la patronal del sector, CECE, si el sistema de conciertos llegara al 50 por ciento el ahorro sería de 14.000 millones de euros. Estamos hablando de una cifra seria. Más baratos y más eficaces. El fracaso escolar en los centros públicos de gestión estatal es del 33 por ciento y en los concertados, del 14 por ciento. Los profesores de la concertada ya trabajan más. Los datos son evidentes: la subsidiariedad es más barata para el Estado y permite tutelar realmente la libertad de elección. No estamos hablando de los privilegios de la escuela católica, hablamos de considerar como pública a la escuela comunista, a la escuela judía… a cualquier colegio que se haya creado desde abajo, que haya tenido respaldo y que haya conseguido mejores resultados y que quiera pasar ciertos controles.

No obstante, ésta no es una batalla sólo para crear mentalidad entre los políticos. También es necesario un cambio de mentalidad en el mundo católico. Desde el comienzo del XIX, cuando adquiere forma el estado nacional contemporáneo, los católicos españoles han estado demasiado obsesionados en que el gobierno garantizase una buena educación e incluso una buena doctrina. De lo que se trata más bien es de crear obras, de abrir espacios, de superar un dualismo que reduce la experiencia cristiana a inspiración y delega todo lo demás. La subsidiariedad es un ejercicio que empieza por uno mismo.

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