Encontrarás dragones

Cultura · Juan Orellana
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21 marzo 2011
Roland Joffé, el director londinense mundialmente conocido por películas como La Misión, Los gritos del silencio, Vatel o La ciudad de la alegría, estrena en España su última gran producción -36 millones de dólares- ambientada en la Guerra Civil española y con Josemaría Escrivá de Balaguer como uno de sus personajes principales. Ambos elementos, en manos de un guionista y director que no es creyente ni español, hacen del film una propuesta muy singular y desde luego atípica e interesante.

El argumento entrelaza dos historias: una real, relativa a la juventud de Josemaría Escrivá y la creación del primer grupo de amigos que dieron lugar al Opus Dei; la otra, ficticia, sobre un supuesto amigo de la infancia de Escrivá, Manolo, que pierde su fe, abandona el seminario, y que se infiltra como espía nacional en el bando republicano durante la contienda. Ambas historias discurren en paralelo, cruzándose en determinados momentos significativos. La trama de Manolo llega hasta el año 2002, ya que su hijo Robert, periodista, está preparando un reportaje con motivo de la inminente canonización de Escrivá. Robert descubre que su padre fue amigo del beato Josemaría, y acude a él, ya enfermo y muy anciano, para obtener información. Pero entre ellos late un profundo desafecto. Hace ocho años que no se hablan. Este desencuentro paterno-filial es el nudo gordiano de un film que gira sobre la cuestión del perdón y de la reconciliación. Y es que son el perdón y la reconciliación las categorías que más subraya el film de la figura de Escrivá de Balaguer en los años de la guerra. Nunca se posiciona "contra" los milicianos, ni a favor de la venganza ante el asesinato de un sacerdote amigo suyo. Ni siquiera juzga a los que le agreden e insultan en el Metro de Madrid. Siempre trata de ponerse en la posición del otro, entenderle, y finalmente amarle y perdonarle. Actitud que a menudo va a despertar la incomprensión e indignación de los suyos.

Este testimonio de paz en medio de la guerra es mostrado en el film siempre como consecuencia de una mirada de fe, de una personalidad cristiana. En este sentido, es interesante ver cómo el agnóstico Joffé presenta el cristianismo en el mundo contemporáneo de forma atractiva y a la vez sencilla. No se puede decir que el film sea un biopic al uso sobre San Josemaría -ya que además muchas cosas son pura ficción-, sino que más bien se trata de una indagación sobre la santidad y un testimonio de la excepcionalidad del cristianismo. Tampoco se puede decir, aún menos, que la película trate del Opus Dei, aunque se señalan con nitidez algunas de sus características principales: su modalidad laical, la valoración vocacional de la vida cotidiana, y la santificación en el trabajo -mostrada esta a través de una visión mística que tuvo el santo y que quizá no encaja demasiado bien en la narración fílmica.

El reencuentro paterno-filial es quizás lo menos original del film, ya que lo hemos visto magistralmente representado en otras cintas como Magnolia o Big Fish. Lo que sí tiene de particular es que se presenta como efecto a posteriori de la obra de Escrivá sobre la vida de su amigo Manolo, treinta años después del fallecimiento del santo. En realidad, como se insiste en el film, estamos ante una película que reflexiona sobre la dualidad humana, aunque no en un sentido maniqueo. El camino del bien y del mal se entrelazan de forma misteriosa, vertiginosa; todos los personajes llevan dentro el deseo de bien y la tentación del rencor hacia la vida: "Encontrarás dragones", es el anuncio de esta paradoja. Pero al final vence el bien, a través del perdón. El perdón es la bisagra que permite que el camino del amor inunde el camino del mal.

Algunas escenas tienen una altura dramática notable, como la del asesinato del padre Lázaro, el ocultamiento de Escrivá en una bodeguilla, o la escena de la confesión en el parque zoológico. El tratamiento de la Guerra Civil es lo más discutible, no sólo por su falta de contexto o por su inverosímil e inexacta recreación del frente de Madrid, sino sobre todo por la glorificación del idealismo frentepopulista y por su caricaturización de los nacionales, cínicos y ávidos de poder. Una opción lógica en un director que flirteó con el trostkismo, pero inaceptable para cualquier historiador que haya hecho una lectura justa y rigurosa de la guerra.

La película cuenta con un reparto muy heterogéneo. Josemaría está muy bien representado por el poco conocido Charlie Cox, así como Wes Bentley en el papel de Manolo o Dougray Scott como  Robert. La presencia española más importante es la de Unax Ugalde, que interpreta a Pedro, uno de los amigos de Escrivá. Jordi Mollá y Ana Torrent, los padres del santo, han quedado con poco papel en el montaje final del film, que ha tenido que reducir las secuencias de la infancia por razones de equilibrio dramático y de metraje. Hay otros secundarios llenos de interés, como Honorio el chocolatero, un auténtico educador; o la novia de Robert, que como la protagonista de Love Story, gasta toda su energía en conseguir la reconciliación de su novio con su padre.

Aunque el film no llega a la altura y redondez de La Misión, su diseño de producción y la dirección artística son espectaculares. Eugenio Zanetti, ganador de un Oscar por Restauración, ha hecho un trabajo deslumbrante. No es fácil encontrar tanta espectacularidad cinematográfica sobre la Guerra Civil española en otro film. También la diseñadora de vestuario Yvonne Blake tiene un Oscar en su haber. La fotografía del mexicano Gabriel Beristain es también meticulosa y manierista. En definitiva, una película emocionante y amena, sobre la verdadera victoria que vence en el mundo.

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