En defensa de los niños que no podrán ver nunca la luz

Mundo · Nicolás Jouve
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11 noviembre 2014
El papa Francisco en enero de este año, en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante el Vaticano pronunció estas palabras: «suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto». Un poco más tarde, el viernes 12 de abril, vísperas de Semana Santa, dirigió unas palabras a 470 miembros del Movimiento Provida Italiano, donde reiteró que el derecho a la vida no está subordinado a ninguna ideología y exhortó a proteger a los niños –nacidos y no nacidos–, y a los ancianos de la cultura del descarte, consecuencia del divorcio entre economía y moral.

El papa Francisco en enero de este año, en su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante el Vaticano pronunció estas palabras: «suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto». Un poco más tarde, el viernes 12 de abril, vísperas de Semana Santa, dirigió unas palabras a 470 miembros del Movimiento Provida Italiano, donde reiteró que el derecho a la vida no está subordinado a ninguna ideología y exhortó a proteger a los niños –nacidos y no nacidos–, y a los ancianos de la cultura del descarte, consecuencia del divorcio entre economía y moral. El Papa señaló que: «es necesario reiterar la oposición más firme a cualquier atentado directo a la vida, especialmente inocente e indefensa, y el nonato en el seno materno es el inocente por antonomasia. Recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: `La vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables’».

Sé que hay a quienes estas palabras no les dicen nada, no solo porque sean o no creyentes, que al fin y al cabo la defensa del aborto no es solo cosa de los católicos, sino porque no consideran que el embrión o el feto…, las primeras etapas de la vida humana deban considerarse seres humanos, personas con los mismos derechos que los nacidos o los adultos. Una vez más, desde la perspectiva de la biología hay que reiterar que el cigoto, producto inmediato de la fecundación, es la primera realidad corporal humana; que el desarrollo a partir de la fecundación transcurre de modo continuo, coordinado y dependiente de la propia identidad genética adquirida tras la fusión de los gametos materno y paterno; que un embrión no es un cúmulo de células, sino un organismo vivo y humano en pleno desarrollo; que en el ser humano, el embrión constituye la primera etapa de la vida (hasta el final de la séptima semana), que da paso al feto (a partir de la octava semana); que el embrión y el feto no son parte de la madre sino seres humanos en formación en estrecha dependencia de la madre, alojados en su seno; que un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino un acto simple y cruel de finalización de una vida humana.

Dicho lo anterior recordemos dónde nos encontramos en España en este momento con relación a este tema. A mediados de septiembre, sin ninguna explicación, el Sr. Rajoy anunció a algunos periodistas en un pasillo la retirada del anteproyecto de ley del Sr. Gallardón, demostrando así una extraña metamorfosis, que convertía al PP en un partido transformado de la noche a la mañana en defensor del derecho al aborto e irremediablemente carente de valores. Se frustraba así la reforma emprendida con mayor o menor acierto, pero con evidente convicción por el ministro Ruiz-Gallardón. Una reforma que como apuntaba Mons. Juan Antonio Reig, obispo complutense, en su exhortación “Llamar a las cosas por su nombre”: «pretendía “limitar” cuantitativamente el “holocausto silencioso” que se está produciendo». Este “obispo anormal”, como bien lo califica Juan Manuel de Prada en su artículo del ABC del sábado 8 de noviembre, añade que «mantener el derecho al aborto quiebra y deslegitima el supuesto estado de derecho convirtiéndolo, en nombre de la democracia, en una dictadura que aplasta a los más débiles. Ninguna ley del aborto es buena. La muerte de un solo inocente es un horror, pero “parecía” que “algo” estaba cambiando en las conciencias de algunos políticos relevantes respecto del crimen abominable del aborto (Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 51)».

Lo cierto es que tras el anuncio de la retirada del anteproyecto se ha corrido un tupido velo por parte del gobierno. Salvo algunas dimisiones de miembros del PP y algunas manifestaciones de diputados y senadores del PP defensores de la vida dignos de elogio, ninguna explicación por parte del gobierno.

La reforma Gallardón, si bien no afrontaba la abolición total del aborto provocado como sería deseable, suponía un importante avance en la dirección de la protección de la vida del concebido no nacido. En ese sentido se habían pronunciado ya el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo Fiscal, el Comité de Bioética de España y otros organismos consultados por el Gobierno, a los que finalmente se ha optado por no escuchar. Dicha reforma hubiera trasladado además un importante mensaje a otros países que se miraban en España para desarrollar a su vez legislaciones favorables a la defensa de la vida.

El silencio que siguió al anuncio de la retirada del anteproyecto se puede interpretar como una mezcla de sentimiento de culpa, no sabemos si por haber prometido lo que no se iba a cumplir, o por haber incumplido lo que se había prometido, y un presunto -probablemente equivocado- calculo de apoyo popular. Pero lo cierto es que en el punto 53 del programa electoral del PP en las elecciones de 2011 se decía bien clarito: «La maternidad debe estar protegida y apoyada. Promoveremos una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente a las que se encuentran en situaciones de dificultad. Impulsaremos redes de apoyo a la maternidad. Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores».

La extraña mutación del PP en este tema no se ciñe solo a las promesas electorales. Recordemos que el pasado 11 de febrero los diputados del PP cerraron filas en torno al ministro Ruiz-Gallardón, al rechazar en votación secreta, con 183 votos en contra, la proposición no de ley del PSOE que pedía la retirada ´inmediata´ de la reforma de la ley del aborto y no continuar con su tramitación. La decisión de retirar el anteproyecto traicionaba así al electorado, al propio Consejo de Ministros que lo aprobó en diciembre del año pasado y al parlamento, votación secreta incluida. ¿Se puede hacer todo esto sin dar una sola explicación?

Y a estas alturas y con estos precedentes, ¿quién se cree que el PP promoverá una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas? Lo único que habíamos oído en este sentido lo expuso el propio ex-ministro Ruiz-Gallardón al principio de la actual legislatura, que con gran coherencia y sentido de la responsabilidad hizo lo que tenía que hacer, dimitir tras la inexplicable retirada del Anteproyecto que con tanto tiempo habían elaborado él y su equipo.

Según están las cosas, quienes deseamos que se acabe con el holocausto de vidas humanas concebidas y no nacidas, debemos seguir luchando por aquello en lo que creemos y rechazar las posturas ambiguas, los argumentos del “mal menor”, y aun más del mal llamado “voto útil”, y actuar en conciencia, aunque haya que atravesar por un largo desierto, la vida humana no puede ser sujeto de mercadeo electoral. Tras la oscuridad vendrá la luz, como tras una tormenta viene la calma. Habrá que buscar en el depauperado panorama político español a aquellos partidos que nos merezcan confianza en algo tan básico y elemental como la defensa de la vida, la familia, la educación de los hijos y la justicia social… A la pregunta de si votar a partidos minoritarios no es tirar el voto, habrá que contestar si puede alguno de los votantes del PP pensar que no tiró su voto el día en que confió en un partido que le prometió lo que no ha cumplido.

Pero tengamos presente que no resulta razonable, ni legítimo, ni ético que se mantenga en nuestro ordenamiento jurídico el aborto como un derecho de la mujer, tal y como queda actualmente definido en la ley Aído-Zapatero (Ley 2/2010). La ley pasa por encima del derecho fundamental a la vida del nasciturus y violenta la obligación ética de los médicos de proteger la integridad del mismo. Resulta aún si cabe más inaudito que no se quiera modificar esta ley, habida cuenta de la inexistencia de precedentes de la consideración del aborto como un derecho en ningún país de nuestro entorno.

De forma inmediata y en la vía de la construcción de una nueva sociedad más humana y respetuosa con la vida hay que seguir luchando por el derecho a la vida. Los católicos además debemos ver las cosas con la perspectiva manifestada por el papa Francisco en Evangelii gaudium, en la que se ratifica en lo que ha sido la postura del Magisterio de la Iglesia Católica respecto al aborto: «La defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno… Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o “modernizaciones”. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana».

En segundo lugar y como signo de apoyo, estaría bien que fuera un nuevo éxito la Marcha por la Vida convocada en Madrid por más de cuarenta asociaciones civiles, que representan a más de cuatro millones de familias, el próximo 22 de noviembre. El principal motivo es solicitar una ley que proteja de verdad el derecho a la vida y apoye a las mujeres para tener a sus hijos. Una ley para cuidar mejor de la vida humana más vulnerable.

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