El valor educativo del deseo

Razón y libertad son dos conceptos que han sufrido múltiples interpretaciones a lo largo de la modernidad, pero poco se habla de ellos en los debates educativos de nuestros días que tanto ruido hacen. Por otro lado, a pesar de ese silencio, sería imprudente caer en el error de creer que no hay concepción antropológica alguna en el inicio de cualquier proyecto educativo. Sin embargo, tal y como afirmó el presidente de la FIE y director del colegio, Juan Ramón de la Serna, "no puede haber experiencia educativa verdadera que no afronte todos los aspectos y factores de la realidad". Esta rotunda sentencia inauguró un evento que abordó el reto educativo en una sociedad que ha perdido de vista su identidad.

Si el uso de la razón se juega en el reconocimiento de todos los elementos constitutivos de la realidad, el director general de Universidades de la Comunidad de Madrid, Jon Juaristi, subrayó que las verdaderas amenazas de la razón son formas de racionalidad alternativas. Juaristi entiende que no hay educación si no se entiende qué es la razón: "Sin el elemento agónico de la razón (encuentro dialógico con el otro), que es el que más se echa en falta en las instituciones educativas, desaparece toda posibilidad de transmisión del saber". En otras palabras, parece que el atributo definitorio de la razón, la palabra, está en la génesis de toda sociedad.

Y es ese diálogo con el otro el que da origen al reto educativo de la libertad. Como apuntó el responsable de Secundaria y Bachillerato del colegio, Enrique Arroyo, "la libertad no coincide con la mera posibilidad de elección", sino que, por el contrario, "es completamente libre aquél que es capaz de aferrarse al destino bueno y misterioso de sí mismo". De ahí la necesidad de adultos que comuniquen, sin cambiar la materia, que sí es posible encontrar la respuesta al anhelo del corazón: "educar consiste en hacer entender lo que vivimos cuando explicamos la materia". Es decir, la educación -continuó Arroyo- consiste en comunicarse uno mismo, en transmitir una experiencia, cómo uno se relaciona con la realidad. Sólo así uno puede batallar con lo que recibe y descubrir si responde a su deseo.

En la misma línea, por su parte, Javier Prades, decano de la Facultad de Teología San Dámaso, destacó que la educación no será tal si no se trata de una propuesta que desafíe la libertad de cada persona, y que la empuje a hacer un camino de verificación experiencial: "Si no hay un ser introducido, un ser precedido por una hipótesis de significado, no se puede entrar inteligiblemente en lo real". En síntesis: "el vínculo entre la razón y la tradición a la que uno pertenece, la experiencia de pertenecer a una tradición viva, a un pueblo, a la Iglesia, es un elemento constitutivo del hombre".

Sólo hombres que afrontan así la educación pueden transmitir la verdadera esencia de una vida plena, que satisface el deseo. Sólo esos hombres, conocedores de su identidad, pueden comunicarla. Sólo esos hombres, que miran la realidad con una razón abierta, pueden provocar la libertad del otro. Sólo esos hombres, que libremente se adhieren al verdadero significado de la vida, estimulan la razón del otro. Ésa es la humanidad que engendra la identidad de Occidente.