El régimen sirio es el responsable de las matanzas

Mundo · Michele Brignone
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11 marzo 2025
En Siria ha llegado el momento de la verdad. La tan temida venganza contra los alauitas, confesión a la que pertenece el expresidente Bashar al-Assad, se materializó en los últimos días, cuando milicias vinculadas al actual gobierno de Damasco masacraron a cientos de civiles, entre ellos mujeres y niños, en las provincias costeras de Tartus y Latakia, bastiones de los Assad.

Según la mayoría de los medios de comunicación, los que desencadenaron la violencia fueron precisamente los partidarios del antiguo régimen, que el 6 de marzo por la tarde mataron a 16 miembros de las fuerzas gubernamentales en una emboscada en la provincia de Latakia. En ese momento, como escribe hoy Le Monde, el actual presidente Ahmad al-Sharaa «cayó en la trampa que le tendieron»: El 7 de marzo intervino en televisión para instar a los leales a Assad a cesar toda hostilidad contra el nuevo gobierno, afirmando, sin embargo, que las fuerzas de seguridad no admitirían respuestas «exageradas», pero fue superado «por las facciones islamistas radicales aliadas a él y por los partidarios sunitas que respondieron a su llamamiento a la movilización general […]. Yihadistas extranjeros, facciones armadas y milicias suníes incitados por los discursos incendiarios de los predicadores salafistas dieron rienda suelta a su odio contra la minoría alauí». El resultado fue una caza humana, con combatientes armados que «irrumpían en las casas matando a sus ocupantes y saqueando lo que encontraban», según informó a The Washington Post un residente de la zona afectada por la violencia. El 8 de marzo, dirigiéndose a la nación, Sharaa anunció la creación de una comisión independiente encargada de investigar las responsabilidades del incidente, mientras que el Ministerio del Interior habló de la acción de «grupos militares indisciplinados».

Fabrice Balanche, experto en Siria, ha cuestionado esta reconstrucción. En declaraciones al diario Le Figaro y en su blog personal, ha afirmado que la persecución contra los alauitas se venía produciendo desde hacía tiempo y se intensificó el 4 de marzo, cuando milicianos de Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), el grupo liderado por el actual presidente sirio, atacó en la provincia de Latakia después de que algunos de sus hombres fueran asesinados cerca de Daatour, un barrio popular alauí de la ciudad costera. El periódico emiratí en inglés The National también informó el 5 de marzo de los enfrentamientos de Daatour que desencadenaron la escalada. Según el balance provisional proporcionado por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, citado estos días por muchos medios de comunicación, serían 973 los civiles asesinados (entre ellos también cristianos), a los que se suman 231 muertos entre las fuerzas de seguridad sirias y 250 víctimas entre los combatientes alauitas afiliados al antiguo régimen.

Balanche sostiene que las fuerzas del nuevo régimen no han participado en la violencia no porque fueran realmente ajenas a ella, sino para «no ser consideradas directamente responsables». En cualquier caso, habrían permitido «que otros grupos yihadistas e islamistas actuaran». Por eso, concluye el estudioso francés, «es hora de dejar de subestimar la culpabilidad de al-Sharaa y HTS. Esta operación ha sido cuidadosamente planeada por Damasco. Durante tres meses, los alauitas han sido objeto de asesinatos no reivindicados y se les considera responsables de todos los males del país. En Siria se ha establecido una república islámica. Para la población será tan aterradora como el régimen de Assad».

Independientemente de la reconstrucción que se pueda hacer, es evidente que la matanza no es un rayo caído del cielo. En los últimos dos meses, varios observadores habían señalado que las «lunas de miel» con el presidente Ahmad al-Sharaa, aclamado por muchos como el libertador de Siria, habían terminado. Una vez terminada la fase de euforia por la caída del régimen de Assad, había llegado el momento de la prueba para el gobierno y de las decisiones difíciles. Entrevistado por el diario libanés L’Orient-Le Jour unos días antes de los hechos, Mons. Jacques Mourad, cofundador junto al padre Paolo Dall’Oglio del monasterio de Mar Musa y desde hace dos años obispo siro-católico de Homs, habló de un «clima tenso» y de una población asustada como en tiempos del ISIS debido a «la violencia en curso y la parálisis total de las instituciones». Para explicar el precipitarse de la situación, Mons. Mourad mencionó un hecho ocurrido a finales de 2024, más de dos meses antes de la masacre de los últimos días: «El 25 de diciembre, vi manifestarse a jóvenes alauitas y, apenas cinco minutos después, llegaron coches con milicianos de Hay’at Tahrir al-Sham que dispararon al aire para dispersar a la multitud. Entonces me dije que las cosas iban a empeorar. Ahmad al-Sharaa había prometido a los sirios que se abriría una nueva página, pero ha ocurrido lo contrario».

Un artículo de opinión del mismo periódico, firmado por el editor jefe Anthony Samrani, sitúa la matanza en el contexto más amplio de la dinámica de Oriente Medio: «El odio confesional es el veneno más mortal de la región. Ha alcanzado su punto álgido en Irak y Siria durante la última década. Unos masacran a otros. Luego, los otros hacen lo mismo para vengarse. La revolución siria logró lo imposible y lo impensable el pasado diciembre al tomar el poder sin pasar por un baño de sangre. Esta era la principal herencia y hazaña del nuevo poder. Y se esfumó en unos días».

¿Es el fin de las esperanzas suscitadas por el fin de Assad? Samrani reconoce la responsabilidad de la actual administración, pero a diferencia de Balanche, también destaca la discontinuidad con el régimen anterior: en lugar de Sharaa, «Bashar al-Assad habría invitado a matar a todos los «terroristas» —término utilizado para designar a todos aquellos que se niegan a callar— y habría negado todos los crímenes cometidos por sus hombres. Ahmad al-Sharaa no es el nuevo Bashar al-Assad. Pero tenía la responsabilidad de hacer todo lo posible para que no se masacrara a ningún civil sirio». En cualquier caso, escribe el periodista libanés, hoy no hay alternativas al exyihadista: «Se piense lo que se piense del hombre y de su proyecto, hoy encarna la única esperanza de que el país no vuelva a caer en la guerra civil. El único capaz de dominar a los insurgentes y juzgar a los criminales. A riesgo de perder el poder y perder la vida. O, si se niega, de enterrar a su vez la revolución siria».

 

Artículo publicado en Oasis

 


Lee también: ¿Qué historia escribirán los sirios?

 


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