El Premio Nobel de la Paz y la audacia de las historias concretas

Mundo · Mary Cruz Fuentes Ávila
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12 diciembre 2025
Este miércoles 10 de diciembre se le otorgó a María Corina Machado el Premio Nobel de la Paz. Machado no pudo asistir a la entrega (llegó pasada la medianoche a Oslo después de una peligrosa travesía) por lo que el discurso lo dio su hija, Ana Corina Sosa.

El miércoles 10 de diciembre, en Oslo, se reunieron dos grupos de personas que, a primera vista, parecen bastante diferentes entre ellas.

Por un lado, los noruegos. Gente solemne, seria, recatada, con un gobierno socialista que convive con una monarquía.

Por el otro, los venezolanos. Gente intensa, alborotada, apasionada (tanto como para viajar desde todas partes del mundo para estar en Oslo esta semana, incluso si eso significaba estar a las afueras de la sala de ceremonias a 2ºC cuando todos han crecido con las temperaturas del trópico, solo para apoyar a María Corina Machado y esperar su llegada hasta las 2:30am), y en contra del régimen chavista, la dictadura más larga en la historia de Venezuela (a excepción de tres periodistas del régimen que se llegaron hasta allá aunque Maduro y su gente digan que no les interesa el Premio Nobel).

A pesar de las notables diferencias, los dos discursos que se dieron en la ceremonia, el de Jørgen Watne Frydnes, Presidente del Comité Noruego del Premio Nobel, y el discurso de María Corina Machado, pronunciado por su hija Ana Corina Sosa, debido a la ausencia de Machado (no pudo llegar a la ceremonia por el peligroso viaje que emprendió para salir de Venezuela, pero sí pudo llegar a Oslo en la madrugada noruega), fueron impresionantes. ¿Y por qué lo fueron? Porque ambos tenían la misma columna vertebral que los sostenía con tanta altura: una historia concreta.

Podría pasar horas analizando las verdades dichas en cada discurso, y me tomo el atrevimiento de decir que toda persona que se considere demócrata y que haya conocido a un venezolano alguna vez tiene que leer ambos discursos (dejaré los enlaces para conseguirlos al final de este artículo). Sin embargo, en lo que quiero centrarme es en esa historia concreta que ambos discursos transmitieron a la perfección, por la forma y el contenido.

Vamos con las formas. Es la entrega del Premio Nobel de la Paz. Es una ocasión solemne. Los discursos podrían haber sido de conferencista chapado a la antigua donde la forma se convierte en formalismo. Podría haberse visto acartonado e inhumano. Sin embargo, fue justamente lo contrario. Jørgen Watne Frydnes (ya es el “pana Yorgen” para los venezolanos) con la contención que le caracteriza como noruego pudo transmitir la seriedad del asunto.

Es una premiación, sí, pero aún no estamos de fiesta. Es una celebración, sí, porque María Corina Machado se merece semejante reconocimiento, pero el trabajo que queda por hacer en Venezuela aún no ha terminado. Es una historia feliz que María Corina Machado haya sido galardonada, por supuesto, pero la historia de Venezuela sigue siendo una historia de terror.

Y, ojo, esto es lo más importante: si algo transmitió “el pana Yorgen” fue una advertencia. Se acabó el tiempo de las ambigüedades, de mirar hacia otro lado, de los silencios cómplices.

Él fue muy claro con lo que quiso decir en su discurso, y lo dijo con la seriedad de quien se toma en serio la causa venezolana. No olvidemos que Noruega ha sido mediador en muchas mesas de diálogo entre el chavismo y la oposición. Pero todo lo que prometían los chavistas en Oslo, lo incumplían al llegar a Caracas. Y los noruegos se cansaron de que les vieran la cara de tontos. “Se acabó la guachafita”, dirían los noruegos si hablaran criollo.

Por otro lado, Ana Corina Sosa se mostró, como dice Washington Abdala, Embajador de Uruguay ante la Organización de Estados Americanos (OEA), “mágica, como si se mimetizara con la misma María Corina, sobre todo cuando el discurso de su mamá habla de sus hijos y es ella, la hija, quién lo está pronunciando. Interiorizó y expresó a María Corina Machado”.

Esto podría parecer que desdibujara a Ana Corina Sosa para convertirla en una sombra de su madre. Todo lo contrario. Si algo hizo fue que el mundo conociera a una chica competente, no solo por sus títulos universitarios —ingeniera cum laude por la Universidad de Michigan con un MBA en Harvard—, sino por su capacidad de estar delante de un público que ya conoce la historia de Venezuela porque la ha vivido en sus propias carnes, y delante de un público que no tiene ni idea de la realidad venezolana al estar tan lejos en el Norte, y aun así, lograr que esta historia concreta se haga nueva y humana para todos.

Llego entonces al contenido. Jørgen Watne Frydnes empezó su discurso con la historia de Samantha Sofía Hernández, una chica de 16 años que ha sido secuestrada y desaparecida por el régimen venezolano, solo porque es hermana de un militar que se negó a reprimir. Empezó también con la historia del diputado y ex dirigente estudiantil Juan Requesens, quien fue preso político y torturado por el régimen de Maduro. Contó el tercer caso que ha conmocionado a toda Venezuela —en silencio, “llevando la procesión por dentro”, culpa de la censura— y es el caso del asesinato de Alfredo Díaz, exalcalde del Estado Nueva Esparta a quién le robaron las elecciones en su estado y por denunciarlo fue apresado y asesinado en custodia de las fuerzas del régimen.

Jørgen Watne Frydnes empezó con tres rostros concretos. Empezó con tres historias concretas. Y su discurso está lleno de datos concretos.

Pero, ¿por qué es importante esto? Por dos razones.

La primera es que los venezolanos tenemos tanto tiempo hablando de nuestra situación que sentimos que la gente nos escucha como al viejo senil que cuenta siempre la misma historia. Yo, y sé que muchos otros, alguna vez hemos hasta pedido perdón por nuestra intensidad con el “tema de Venezuela” a nuestros amigos de otras nacionalidades.

La segunda es que la “causa venezolana” se ha convertido en un arma arrojadiza para los distintos políticos del mundo. Mientras los partidos de derecha asustan a la gente con que sus países se convertirán “en otras Venezuelas” si no votan por ellos, los partidos de izquierda le dan la espalda a todas las víctimas que dicen proteger —a las mujeres, a los niños, a las minorías, ¡hasta al medio ambiente! Todos violentados por el régimen de Maduro— en nombre de proteger la “soberanía popular” y en contra de la “injerencia” de otros Estados en la política venezolana.

Ver que un extranjero se toma el tiempo de analizar con detenimiento la situación venezolana, sin medias tintas y sin sesgos políticos, llamando a cada cosa por su nombre sin importar su inclinación política, es un espaldarazo que 30 millones de personas necesitábamos.

Porque lo más impresionante del discurso de Jørgen Watne Frydnes es que habló, de nuevo, con datos y rostros concretos. Podría haberse quedado en las abstracciones propias de un acto así: democracia, diálogo, paz. ¿Qué son estas palabras si no están encarnadas en la realidad?

¿Qué es la palabra “democracia” si no sabemos reconocer los rasgos de un gobierno democrático frente a uno populista o autoritario sin importar si es de derecha o izquierda?

¿Qué es la palabra “diálogo” si no entendemos, como bien lo decía Jørgen Watne Frydnes, que el “diálogo” sin resultados verdaderos se convierte en oxígeno para los criminales, que con el “diálogo” vacío los dictadores ganan tiempo?

¿Qué significa la palabra “paz”? ¿Sólo ausencia de conflicto? Pues ni eso hay en Venezuela, cuando se militariza a la sociedad, cuando hay presos políticos, y cuando hay millares de personas que han perdido la vida porque el régimen ha apretado —y sigue apretando— el gatillo.

Es lo que pasó con Ana Corina Sosa. Ella encarnó qué es, o más bien, quiénes son los rostros concretos que conforman Venezuela.

Me permito la siguiente enumeración bajo la glosa de Jørgen Watne Frydnes, quien dijo en su discurso «si solo apoyas a quienes comparten tus opiniones políticas, no has entendido ni la libertad ni la democracia».

Venezuela, dice Machado, son los herederos del mestizaje entre indios, africanos y españoles —que por cierto señala Machado, con toda la razón, que de España heredamos “una lengua, una cultura y una fe”, para los colonialistas de cada lado del Atlántico—.

Venezuela son los inmigrantes europeos, latinoamericanos y de Medio Oriente que llegaron huyendo cada uno de sus países en conflicto que, al llegar a Venezuela, se sintieron tan acogidos como si ellos también eran venezolanos, y así ayudaron a este país a convertirse en una potencia —saludos a los nacionalistas y a los que les aterra la migración—.

Venezuela son todos esos miembros de familias fracturadas porque se han tenido que regar por el mundo, obligados a migrar escapando de la situación del país—ya son más de 9 millones de venezolanos en el exilio, un tercio de la población. Es una de las crisis migratorias más serias de la historia contemporánea. Esto es llenar 113 veces el estadio Bernabéu, para seguir con los ejemplos concretos—.

Venezuela son esa generación de Machado que creció en un país donde, como todo funcionaba, dejaron de interesarse en la política, y se dieron cuenta de qué frágiles eran las instituciones de su país cuando ya era demasiado tarde, porque un golpista había ganado las elecciones —para los apolíticos y los promotores o apologistas de la violencia política—.

Venezuela son esos hombres y mujeres que viven en un pueblo dominado por el narcotráfico y aun así se atreven a poner en las ventanas de sus casas la bandera de Venezuela como acto de resistencia —para aquellos que les da vergüenza o desprecian las banderas de sus propias patrias—.

Venezuela son esos hombres y mujeres que por diversas circunstancias se vieron trabajando para el régimen, pero ya están hartos y desean un país mejor —para aquellos que no ven la fractura dentro del régimen de Maduro. Quizás las élites chavistas se mantengan unidas porque tienen mucho que perder, pero según datos de The Washington Post, proporcionados por el equipo de Machado, dentro de las Fuerzas Armadas de Venezuela, solo el 20%, sólo la cúpula, está con Maduro hoy y porque son tan cómplices y criminales como él—.

Venezuela son todas las heridas abiertas en formas de corrupción, persecución política, presos políticos, que sueñan con vivir en un país en paz, en democracia, y en libertad. Dice Machado en su discurso «todas las alegrías simples que el mundo da por sentadas volverán a ser nuestras», esto es para aquellos que aún se sorprenden ante un venezolano que no se acostumbra a la felicidad que le genera caminar por la calle sin voltear sobre su hombro. O la felicidad de que el dinero le da para llegar a final de mes. De que tienen agua y electricidad todo el día, a toda hora. De que hay comida en la nevera. De que toda la familia vive en la misma ciudad o en el mismo país. De que se puede opinar de lo que sea sin miedo. De que se puede vivir en paz.

Dice María Corina Machado en su discurso que «Venezuela nació de la audacia» y es cierto.

Porque Venezuela también es eso. Es un país que, ante las peores circunstancias, tiene la audacia de tener una esperanza que no se apaga. Es un país que tiene la audacia de, cuánto más imposible parezca el sueño de la libertad, más se atreve a desearlo.

Es un país que tiene la audacia de vivir diciendo “aquí se sufre pero se goza”.

Porque, como leí en uno de los muchos tweets de estos días —es de locos pensar que las conversaciones que quisiéramos tener a vox populi, en la calle, sobre nuestro Premio Nobel de la Paz, las tenemos a escondidas en nuestras casas, dentro de nuestros trabajos a puerta cerrada, o en redes sociales con fotos y nombres falsos para no ser identificados, en palabras de “el pana Yorgen”: nos vemos «obligados a susurrar el lenguaje de la libertad»— decía:

«Chamo, qué duro y qué hermoso y qué complicado y qué sensible y qué arrecho y qué heavy y qué orgullo y qué peo y qué honra y qué dolor y qué sufrimiento y qué maravilla y qué dicha y qué montón de sentimientos encontrados es la realidad de ser venezolanos.» (Si no entiende alguna palabra, pregúntele a su venezolano de confianza).

Gracias, usuaria anónima de X (Twitter) cuyo @ no voy a citar por protección, por usar palabras concretas, como “el pana Yorgen” y Ana Corina Sosa, hija y portavoz de María Corina Machado, para definir concretamente qué es lo que significa ganar el Premio Nobel de la Paz en dictadura.

Porque sí, lo dijo María Corina Machado cuando le anunciaron que recibiría el Nobel, y lo volvió a decir antes de irse a Noruega y lo ha dicho de nuevo después de aterrizar en Oslo «este premio es de todos los venezolanos».

Y agrego yo, que es también de todos los demócratas del mundo que hacen suya la causa venezolana, como tantos que se han solidarizado a lo largo de los años y estos días con nuestro pueblo.

A todos, gracias, por contar historias concretas y por su audacia.

 

Para saber más:

Discurso de Jørgen Watne Frydnes, Presidente del Comité Noruego: https://www.nobelprize.org/prizes/peace/2025/1750878-ceremony-speech-spanish/

 

Discurso de María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025: https://www.nobelprize.org/prizes/peace/2025/machado/1751474-lecture-spanish/

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