El mundo de Trump

Mundo · Ángel Satué
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20 enero 2025
"Make America Great Again” no fue un eslogan de campaña. Fue el resumen de todo un pensamiento estratégico que también se puede interpretar como repliegue, como debilidad y como desorientación. Trump ha tenido la virtud de hacerse eco de los grandes perjudicados de la globalización en los EE.UU.

Un dicho africano reza que para que no te cace un león, no hay que ser más veloz que éste sino correr más que otra gacela.

Parece que nos adentramos en un cambio de época a marchas forzadas. En Occidente, este cambio de era trae incertidumbre, pérdida de nivel de vida y muchos miedos. También nos vuelve a traer a Trump.

Trump es la última esperanza para un pueblo norteamericano sujeto paciente de una elevada inflación, harto también de la agenda verde, y de la ruptura de los consensos morales de la sociedad norteamericana presa de una izquierda radical (“La nueva revolución americana”, José María Marco, 2007). Harto también de una sensación de inseguridad asociada a una inmigración sin suficientes y adecuados controles, en un coladero de frontera.

Lo que es esperanza para una gran mayoría de norteamericanos, es acrecentar aquella incertidumbre, al menos, para la mayor parte de los 27 Estados miembros (EM) de la Unión Europea.

A partir del 20 de enero de 2025, la Unión y sus 27 EM tienen que correr más que tres gacelas, porque hay tres leones: Rusia, China y … su antiguo amigo, socio y aliado, EE. UU., que con Trump, se convierte en un nuevo reto, por no hablar aun de adversario comercial y económico (aunque la intervención de EE. UU. en nuestro patio trasero, y el ruso, de Kiev, desde Madián, parece que nos condiciona para peor como bloque político y económico).

Estos tres países, a partir de mañana, van a jugar a crear un nuevo orden internacional basado en la ley de la jungla y las áreas de influencia terrestre, ártica y marítima, mientras se lanzan a la conquista espacial.

Las Naciones Unidas tendrán que ser reformadas o sustituidas, dando entrada a un nuevo constitucionalismo global de otro signo, o cerradas, sin más. La Carta de San Francisco prohíbe el uso de la fuerza, salvo la legítima defensa, como recuerda Francisco Aldecoa, presidente del Movimiento Europeo en España, y esto Trump tampoco parece respetarlo con sus declaraciones sobre Groenlandia o Panamá antes de su proclamación. La nación que velaba por las normas y los valores democráticos ha dejado de creer en ellos, al menos, a escala global. No los va a proyectar hacia el mundo, luego el mundo libre será una gacelilla más.

En una gélida mañana de Washington, casi siberiana, que parece negar todo cambio climático, Donald Trump ha vuelto a jurar su cargo como presidente de los EE. UU., la nación indispensable.

Esta jura es el colofón a un giro estratégico de EE. UU., a partir de un informe de 2011, en materia de seguridad nacional, que se observa a la perfección en el informe “A National Strategic Narrative”, o “Artículo Y”, en clara alusión al “Artículo X”, de George F. Kennan de 1947. En materia “contrarrevolucionaria”, en materia de modelo de sociedad, el cambio vendría de la mano del Proyecto 2025.

EE.UU. va a perseguir, cueste lo que cueste, aunque cueste el orden internacional actual basado en la Carta de Naciones Unidas, y, por ejemplo, el respeto a las fronteras nacionales (Canadá, Groenlandia, Panamá), sus propios intereses nacionales, y no solo a través de la seguridad y la inversión en armamento, sino buscando además, la prosperidad y la competitividad, como condiciones necesarias para su fortalecimiento y capacidad de influencia en el mundo. Por su parte, la agenda conservadora alimentará ideológicamente el cambio, que se puede interpretar como reacción a la agenda intervencionista de la “nueva izquierda americana”. La misma que Biden abrazó sin ruborizarse, erróneamente, alimentado la reacción.

EE.UU., para ello debe replegarse, posiblemente tácticamente, durante unas décadas y aceptar el reparto del mundo en zonas de influencia, como explica Michael Ignatieff -en tecnología es precisamente lo que se está dando, acaso porque no podamos depender de la Inteligencia Artificial de terceros-.

Trump es la figura de esos EE. UU. que buscan una mayor fortaleza. Es el liderazgo fuerte que buscaba la derecha republicana, su base social. “Make America Great Again” no fue un eslogan de campaña. Fue el resumen de todo un pensamiento estratégico que también se puede interpretar como repliegue, como debilidad y como desorientación, frente a la propuesta europea liberal y conservadora, social y demócrata, de un orden global basado en las leyes, en la democracia, los derechos humanos y la economía social de mercado. Esta Europa, por cierto, no ha sido invitada al acto de inauguración de la presidencia. En cambio, sí la representada por los mal llamados patriotas, que mal quieren a sus naciones europeas, por cuanto solas, no pueden competir en el actual mundo de bloques.

Una posibilidad es que en el camino de la construcción de un nuevo orden mundial, EE. UU., la nación indispensable, no estaba aún preparada para ceder el testigo, igual que tampoco Rusia.

La pena de esta nueva situación de las relaciones internacionales es que la idea de una globalización regulada en el marco de una casi-federación global, ha perdido empuje. Y lo peor es que nuestra tecnología actual de estados nacionales es inválida para los grandes retos de la Humanidad, como el espacio, las catástrofes, las pandemias,…

En el camino, se ha cruzado Trump, un antiguo votante demócrata, como buen “neoyorquino”, que sobre todo es un constructor y un hombre de negocios, que ha tenido la virtud de hacerse eco de los grandes perjudicados de la globalización en los EE.UU.

Por tanto, se espera un golpe de timón ordenado desde el puente de mando, en que el que junto a Trump, se encuentran la derecha liberal conservadora, la derecha compasiva y la populista, así como el gobierno “en la sombra” de los nuevos magnates o “tycoons” como Bezos, Musk o Zuckerberg, herederos de aquellos otros hombres de negocios del XIX como Vanderbilt , Carnegie, Rockefeller,… que ayudaron a forjar los EE. UU. que ahora conocemos. No perdamos de vista tampoco al “Speaker” Mike Johnson ni a Russell Vought.

Opino que se trata de eso. Trump debe adaptar la tecnología institucional de EE. UU. al mundo que viene, y en este mundo, la democracia digital no será muy parecida a la democracia liberal. ¿Acaso Musk podría aspirar en el futuro a la presidencia, enmendando la Constitución? Entre tanto, hará política y habrá que irle juzgando por la masiva deportación de inmigrantes ilegales y delincuentes, por el aumento de los aranceles y por las paces que auspicia, así como por la pérdida de vigencia de la agenda woke o la regulación de la IA y las redes sociales. Como españoles, no olvidemos, que apoya a nuestro vecino del sur más de lo necesario.

Que Dios nos guarde de vivir tiempos interesantes.

 


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