Desde el escaño

El maldito copago

España · Eugenio Nasarre
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17 abril 2012
Confieso que cada día que pasa soy más partidario de establecer el copagosanitario. En realidad lo soy desde hace mucho tiempo, al menos desde que leíel excelente "Informe Abril" (1991), iniciativa del entonces ministro deSanidad García Vargas. Ya se hablaba en dicho informe de un "cierto agotamientodel sistema sanitario" y se preveía la expansión de sus necesidades paraatender a las crecientes demandas de salud de una sociedad moderna. El informecontenía una serie de recomendaciones para afrontar los problemas de futuro yentre ellas el que "los usuarios deberían participar, aunque minoritariamente,en el pago de los servicios" (recomendación 42). Con meridiana claridad sedefendía la "regla general de participación del usuario en el coste con las excepcionesque la equidad lo requiriese".

Argumentaba el informe que en el sistema de seguros médicos es muyfrecuente la fórmula de participación del asegurado en el pago (parcial) de losactos sanitarios concretos. La sanidad pública no debería apartarse de lalógica de este modelo para procurar un uso racional de los recursos públicos,siempre limitados.

Aquel informe fue acogido con alabanzas, pero muy pronto una buena parte desus recomendaciones, las más exigentes, quedaron en el cajón del olvido. Elcaso del "copago" es especialmente emblemático. A la clase política,prácticamente sin excepción, le entró pánico hablar de él, porque intuía quesería una medida "impopular". Y lo que hizo fue demonizarla cada vez que sehacía patente la necesidad de racionalizar los recursos sanitarios y habíaalguien que se aventuraba a sugerir la adopción de tal medida. El copago haido, así, convirtiéndose entre nosotros en una "causa maldita".

Los años de bonanza económica han propiciado que nuestra sociedad hayavivido, en éste y en otros ámbitos, en un estado de creciente espejismo. Todoparecía posible y los recursos se nos antojaban ilimitados. Nadie queríaejercer de aguafiestas. Y a las Casandras, que también las ha habido, se les hacallado la boca enseguida.

Lo que puede resultar asombroso es que en medio de la crisis que nos azotaeste pánico, que nos atenaza y nos incapacita a tomar medidas imprescindibles,sigue pesando como una losa. Sabemos que todos los países de nuestro entorno(Alemania, Francia, Italia, Portugal…) han adoptado ya la medida. Sabemos quela financiación de nuestra sanidad, uno de los pilares de la sociedad delbienestar, es ya insostenible. Lo hablamos cuando tomamos un café o en nuestrascasas con nuestros hijos. Y así se va generando un doble lenguaje en la vidapública y privada, que resulta perverso, porque aboca a la hipocresía y a lamentira.

Yo hago una modesta propuesta. Desempolvemos el "Informe Abril" ycomencemos a debatirlo sin prejuicios, sin tirarnos los trastos a la cabeza,como lugar de encuentro entre las distintas fuerzas políticas. Esa era, porcierto, su vocación y, aunque hayan pasado dos décadas, a mí me parece másvigente y necesario que entonces. No, el "copago sanitario" no es ningunamaldición.

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