El fin de la parábola

Pero el que sea nacionalismo particularista no puede hacer olvidar una cuestión de fondo. Se prohíben las corridas de toros después de que su sufrimiento se comparara en el Parlament con la violencia contra las mujeres o la ablación del clítoris. Ha estado acertado el diputado del PP David Pérez al señalar que, en un sentido estricto, los animales no tienen derechos individuales. Y son esos derechos los que reclaman los llamados animalistas.
El australiano Singer (https://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=1563&te=16&idage=2930&vap=0) es uno de los grandes teóricos de la igualdad entre las especies. El hombre, según esta concepción, sería un animal más entre animales. Detrás de estas posiciones que parecen muy compasivas en realidad no hay más que un intento de diluir lo que distingue al hombre del resto de la creación, su dignidad, su razón y su libertad, su deseo de infinito. Es el fin de la parábola de un nacionalismo que nació católico y ha acabado deshumano, antihumano.