El desafío de la DANA
La realidad, de nuevo, ha llamado a nuestra puerta de un modo dramático. La DANA nos sacude en lo más íntimo, como durante el Covid. Acontecimientos de este tipo no nos dejan indiferentes. Su virulencia despierta las cuestiones más profundas y «nos obliga a volver a las preguntas» (Hannah Arendt).
«La tragedia de Valencia —ha escrito Cuartango— suscita interrogantes sobre la vulnerabilidad de la condición humana, nuestra forma de vivir y el papel del azar». Estamos ante una ocasión para tomar conciencia de nosotros mismos, para descubrir la exigencia de significado que nos empuja a preguntarnos: “¿por qué?” Los golpes de la realidad son los que provocan que se dilate la mirada y se ensanche la razón. Solo quien acepta el desafío, sin querer cerrar inmediatamente la herida sufrida, puede buscar una respuesta a la altura de su razón.
Ante algo así se descubre el camino que cada uno ha recorrido en la vida. Estos días, hablando con unos amigos, me han dicho que estaban sobrecogidos y desconcertados por lo sucedido. Pedían ayuda para encarar la situación. Les he preguntado qué habían aprendido con el Covid para afrontar la DANA. La vida nos examina cuando nos vuelve a desafiar. Es inútil perder el tiempo con discusiones estériles que nos distraen y justifican nuestra incapacidad para mirar la realidad. Como ha señalado Fernando Vallespín en El País: «Uno de los grandes males del mundo contemporáneo es que no sabemos qué hacer con el sufrimiento (…) Muchas formas de encontrar refugio y consuelo se han desmoronado».
¿Y si esta fuera una ocasión para afrontar esta situación de desamparo y estar en mejores condiciones ante los próximos desafíos? Se han desmoronado muchas convicciones que nos permitían afrontar el sufrimiento. Nos hemos dado cuenta de que no estaban suficientemente arraigadas en nosotros. No han resistido el paso del tiempo ni los cambios históricos. Ni siquiera las grandes convicciones heredadas del cristianismo han aguantado, como muestra la secularización.
Por eso, esta nueva circunstancia nos recuerda la provocación de Eliot: «Dónde está la vida que hemos perdido viviendo? / ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?». Si la vida no es una oportunidad para crecer y para incrementar nuestra consistencia, la perderemos viviendo. Seremos más débiles y estaremos más inermes frente a los próximos retos. Con más conocimientos no aumentará la sabiduría indispensable que nos hace protagonistas de nuestra propia vida, que nos permite no estar a merced de una inundación. En nuestra existencia hay muchas cosas que no se nos ahorran. Lo que cuenta es si en momentos así adquirimos una mayor consistencia personal. Es la única prueba de que no perdemos la vida viviendo.
¿Qué contribución estamos llamados a dar los cristianos en esta nueva situación? Mostrar que es posible vivir como protagonistas ante los desafíos que compartimos con todos, usando la razón, sin huidas piadosas. El reto es ofrecer un testimonio y mostrar que “la fe es racional, en la medida en que florece en el extremo de la dinámica racional como una flor de la gracia, a la que el hombre se adhiere con su libertad” (Giussani). Nada de escapatorias irracionales. Solo de este modo podremos afrontar los desafíos como ocasión de crecimiento personal, ser cada vez más adultos y no quedar paralizados por el miedo y la inconsistencia de un uso reducido de la razón. Así se podrá ver que el cristianismo es algo humanamente conveniente que atrae y que desafía la libertad. Una experiencia que incita a buscar el camino para alcanzar la solidez deseada por todos. Por eso, la secularización es una gran oportunidad. No nos permite dar nada por sentado. Nos invita a volver al origen: «Lo que has heredado de tus padres, gánatelo para poseerlo» (Goethe). El cristianismo solo será interesante si genera una experiencia marcada por lo que Agustín de Hipona llamaba «un atractivo vencedor». Es la misma experiencia que tuvieron los discípulos de Jesús cuando, admirados de la novedad, decían: «No hemos visto nada igual» ¿Quién sabe si en nuestra humanidad, sacudida por la DANA, se despertará el deseo de seguir esa novedad?
Artículo publicado en ABC
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