Ecos del Rey Sol

España · Juan A. Pérez Morala
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30 mayo 2024
Se ha creado una crisis artificialmente con un país hermano, Argentina. Una crisis diseñada en su propio provecho y en doble clave, electoral, y de intimidación judicial.

Conforme a la Constitución, el Presidente del Gobierno encarna uno de los tres poderes del Estado. Si además controla el Congreso, como es el caso, ya tiene prácticamente el segundo poder en sus manos; pues aunque no suceda lo mismo con el Senado, donde manda la oposición, constitucionalmente la capacidad legislativa de fondo la acapara la Cámara Baja en la que se mueve como Pedro por su casa. Un ejemplo de la distinta potencialidad de las Cámaras, se nos muestra con la Ley de amnistía, prácticamente redactada por los golpistas del “procés” (un disparate jurídico insoportable) que se tramita en las Cortes, la cual no ha podido ser arrojada a las tinieblas, para mayor honra de la Constitución, justamente por la limitación de la Cámara Alta en el control legislativo. Y el tercer poder del Estado casi lo “disfruta”, manteniendo a un Fiscal General de su entera confianza, y a un Presidente del Tribunal Constitucional, que pasó la prueba del algodón con el expresidente Zapatero, elevando a Bildu a los altares políticos. No cabe duda que con estos dos sinérgicos nombramientos, los vientos de la Justicia soplan a su favor.

Pero estos vientos son en realidad tornados al tener en cuenta la Ley Orgánica 4/2021, que modificó la Ley Orgánica 6/1985 del Poder Judicial, redactada a plena satisfacción de Sánchez, para anular la facultad del Consejo General del Poder Judicial, en los nombramientos de jueces mientras el Consejo esté en funciones. Y de los tornados pasamos a huracanes cuando vemos el daño que, mediante la Ley de amnistía, se inflinge al Estado de Derecho, al vulnerar principios y preceptos constitucionales, como el de igualdad o la seguridad jurídica; removiendo los cimientos del poder Judicial, descalificándolo, por la anulación de las sentencias condenatorias contra el “procés”, en especial las del Tribunal Supremo.

La historia nos muestra que en 1665 Luis XIV de Francia, pudo haber pronunciado en el Parlamento la célebre frase: “L´État c´est moi”, que aunque quizás sea una expresión apócrifa, es seguro que se le atribuyó al monarca por identificarse con el absolutismo. Ahora, por medios más sofisticados y espurios, atribuyéndose paradójicamente los usos más democráticos de la Unión Europea, el Señor Sánchez parece empeñado en recordarnos los tiempos del Rey Sol, acaparando todos los poderes del Estado, si bien tan “democráticamente” que muchos españoles no se dan cuenta y otros permanecen pasivos o batiendo palmas. Partiendo de la evidencia de que tiene el dominio de los poderes Ejecutivo y Legislativo, solo queda perfilar cómo parece interferir en la Justicia, es decir, de qué medios se vale el inquilino de la Moncloa para tener el control del poder Judicial. Pues bien, los indicados excesos respecto a la Fiscalía General, el Tribunal Constitucional, la inhabilitación del Consejo del Poder Judicial y la Ley de amnistía, no le dan todavía el control absoluto de los procesos que están en marcha; o en fase de Diligencias Previas de investigación, como es el caso de un Juzgado de Madrid que indaga acerca de una señora particular llamada Begoña Gómez. Y por eso, y por ella, el Presidente del Gobierno parece haberse vestido con el Frac del Estado, recordándonos la figura de Luis XIV y recogiendo sus ecos: “El Estado soy yo”.

Y es que el Estado ha podido ser él, al menos en dos ocasiones claras. La primera se visualiza con los cinco días de limbo en su agenda gubernamental, la desconexión de sus funciones de gobierno, un permiso de vacaciones tácticas que Sánchez anunció el 24 de abril, porque tenía dudas de si le merecía la pena continuar como Presidente. Tan disparatada huida de sus cometidos constitucionales, se debía mayormente al hecho de que se habían abierto Diligencias Previas, contra su investigada esposa, por presunto delito de tráfico de influencias. A la postre esta incomprensible decisión, no prevista en el articulado que la Constitución dedica al Gobierno en los artículos 97 al 107, lo que buscaba era un mayor afianzamiento en la Moncloa en “olor de multitudes” de todos los suyos. Pero parece seguro, porque Sánchez sabe siempre en que cubilete está la bolita, que también pretendía enviar un mensaje al juzgador que le preocupa, haciéndole sentir la responsabilidad de ese extraño autopermiso, y hacerle ver, que él mismo, como Presidente, era el valedor de la inocencia de su cónyuge, situando al Estado como baluarte contra la investigación. Ya lo dijo el Rey Sol, “El Estado soy yo”. Es curioso que en la víspera de la comparecencia de Sánchez en el Congreso (el día veintidós de los corrientes), un diario incondicionalmente afín a sus políticas, adelantara un informe de la UCO, (Unidad Central Operativa de Policía Judicial de la Guardia Civil) que como conclusión decía no haber encontrado indicios de delito en las actuaciones de la investigada. Y también curioso y sorprendente, por no ser usual, que dicha Unidad haya redactado tal informe en apenas veinte días desde que el juez ordenara investigar el caso. Y aún más sorprendente que el abogado de la investigada resulte ser un socialista, exsecretario de Estado de Seguridad y exministro del interior. Curiosidades para la reflexión.

La segunda sobreactuación de Sánchez, se centra en el esperpento de una crisis creada artificialmente con un país hermano, Argentina. Una crisis diseñada en su propio provecho y en doble clave, electoral (a pocos días de las elecciones para la Unión Europea), y de intimidación judicial. Si grave es suspender de modo irresponsable las relaciones diplomáticas por un asunto personal, y no por un asunto que comprometa realmente a España, la gravedad se hace aún mayor por cuanto valiéndose del incidente, manipula y saca de nuevo al Estado, hipotecándolo a modo de aval, para responder de la inocencia de “una persona” frente a un vocablo de corrupción sin nombre ni autoría, aunque entendible tácitamente, pronunciado por el Presidente argentino. Y lo hace con la misma facilidad y descaro, con que un jugador del casino de Biarritz pone sus fichas en la ruleta, con el fin de trasladar al juzgador toda la presión del “conflicto diplomático”, y recordarle lo mucho que se juega en la resolución del caso. Otro motivo de reflexión en el delicado momento político que atravesamos, en el que parecen escucharse los ecos del Rey Sol: “El Estado soy yo”.

 

* Juan Antonio Pérez Morala es Comandante del E.A (en situación de retiro) exabogado y Doctor en Derecho


Lee también: La Fiscalía General no es del Gobierno


 

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