Desde la realidad

Mundo · Benigno Blanco
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1 julio 2013
La ciencia no es fuente de la ética pero nos ayuda a conocer la realidad de las cosas porque nos permite saber de qué estamos hablando; y sin tener claro de qué estamos hablando no hay juicio ético que se sostenga seriamente.

La ciencia no es fuente de la ética pero nos ayuda a conocer la realidad de las cosas porque nos permite saber de qué estamos hablando; y sin tener claro de qué estamos hablando no hay juicio ético que se sostenga seriamente. Esa ciencia sobre la realidad de las cosas puede ser la espontánea captación de la realidad por los sentidos o la mostración por medios más sofisticados (científico-empíricos o filosóficos) de lo que no es asequible directamente a nuestros sentidos. Si yo quiero formarme un juicio sobre el aborto, antes tengo que aclararme sobre qué supone en la realidad un aborto: si atendiendo  a la realidad  de las cosas compruebo que un espermatozoide no es un ser vivo sino una célula, no puedo calificar la masturbación como un atentado a la vida; si compruebo que lo que se elimina con el aborto es un ser vivo debo calificar el aborto como un atentado contra la vida.

Y a partir de ahí sí puedo hacer un juicio moral diciendo que no es lícito eliminar una vida humana inocente -matar- y por tanto que no es éticamente correcto abortar (no me detengo aquí a razonar este juicio ético pues con quien no lo entiende el debate es imposible porque estaría él mismo legitimando que puedo concluir el debate matándolo y esa –matar al otro- no es forma razonable de debatir).

La obligación de respetar la vida es un derecho del ser vivo por el hecho de serlo, no un dato relativo dependiente de las  condiciones subjetivas del potencial agresor (incluida su ignorancia sobre el carácter de ser vivo del agredido). Admito que puede no resultar evidente esta afirmación, pero -si se piensa un poco con calma- me parece que o se acepta o ya no es posible ningún orden moral o jurídico que se sostenga en algo más que la fuerza bruta; y para legitimar la mera fuerza como clave del orden social sobran las palabras y la reflexión; bastaría con las SS de turno.

La ignorancia puede excluir la culpabilidad o la responsabilidad moral subjetiva, pero no altera la tipicidad objetiva de una conducta (por ejemplo de la homicida).

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