¿Cómo estás?

Mundo · Juan Carlos Hernández
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7 abril 2020
En España comienza a disminuir, de forma paulatina, el número de contagios así como de fallecidos según los últimos datos. La saturación de los hospitales en los últimos días empieza a remitir. Nunca podremos agradecer plenamente a los servicios sanitarios el esfuerzo realizado estas semanas.

En España comienza a disminuir, de forma paulatina, el número de contagios así como de fallecidos según los últimos datos. La saturación de los hospitales en los últimos días empieza a remitir. Nunca podremos agradecer plenamente a los servicios sanitarios el esfuerzo realizado estas semanas.

Frente a esto se comienza a hacer las quinielas sobre cuándo empezará a disminuir la dureza del confinamiento. De hecho, Pedro Sánchez ya ha insinuado en la rueda de prensa del pasado fin de semana que se está estudiando cómo se podría empezar a ejecutar el “día después” con un restablecimiento gradual de la actividad social y económica. En cualquier caso, es pronto para lanzar las campanas al vuelo.

Tiempo habrá para preguntarse si la gestión del Gobierno ha sido adecuada, aunque justo es reconocer que una situación así supera la capacidad de cualquier Gobierno y sistema sanitario. Sin embargo, su gestión ha estado siempre en tela de juicio desde distintos sectores. Incluido el último escándalo cuando algunas de las cabeceras más importantes del periodismo en España (El Mundo, ABC, La Razón…) se han negado a participar en las rueda de prensa del presidente del Gobierno alegando que más que servir para un sano ejercicio de rendir cuentas se ha convertido en un mitin del presidente con preguntas previamente seleccionadas. Finalmente el Gobierno ha cedido y podrá haber preguntas en “directo” por videoconferencia y se podrá “repreguntar”.

Otro aspecto que llena estos días las tertulias son los nuevos desafíos frente al futuro.

¿Cómo cambiará esta crisis nuestra relación con el trabajo? Es probable que el trabajo de estos días desde casa nos haya mostrado una potencialidad con la tecnología actual que pueda traernos ciertos paradigmas nuevos. Quizá hayamos descubierto un potencial que no habíamos querido explorar aún.

¿Cómo cambiarán nuestras relaciones personales? Precisamente si pasamos más tiempo haciendo teletrabajo, ¿corremos el peligro de perder las relaciones personales? Es un riesgo, sin duda, pero también una ocasión de mayor autenticidad. De hecho, nunca habíamos tenido esa mirada de estima por ese vecino desconocido como hasta ahora, precisamente ahora que no estamos físicamente juntos, cuando nos asomamos al balcón a la hora de los aplausos. He entendido esto mejor cuando la semana pasada, al salir para hacer la compra para los de mi casa y para una vecina, me encontraba a un conocido y le preguntaba: “¿cómo estás?”. Y me contestaba que antes nos preguntábamos “¿cómo estás?” como un signo de cortesía, casi como una pregunta banal. Sin embargo, “¿cómo estás?” ahora ya no es banal. Sin necesidad de acercarnos físicamente nos estábamos abrazando.

El Papa Francisco lanzaba un mensaje provocador este Domingo de Ramos especialmente dirigido a los jóvenes pero válido para todos: “Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás”. Es lo que ha intuido el periodista Pedro Cuartango, que en una columna en el ABC escribía: “Estoy aislado en una habitación llena de libros y de discos. Pero mi confinamiento, que en los primeros días me pareció agradable, se ha convertido en un tormento. La devastación que nos rodea a todos es insoportable. Envidio a la gente que hace algo por los demás”. Es la intuición de que la vida es para darla. Pero ¿qué podemos hacer los que tenemos que vivir el confinamiento desde casa? Empiezo a intuir que la vida se cumple cuando el momento más banal de juego con tus hijos pequeños se convierte en algo sagrado o cuando pasas a ofrecerte a ese vecino que no tiene grandes necesidades materiales pero que al vivir solo le conmueve que otro tenga una estima por él y la pregunta “¿cómo estás?” ya no es superficial. Efectivamente, la vida es para darla también en la sencillez de la cotidianeidad.

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