¿Caben las verdades desnudas en las redes sociales?
Son ya no solo los medios de comunicación en el siglo 21; son los medios de información en los que se narran las cosas que pasan. Por más que los periódicos “de papel” luchen para hacer ver que “influyen”, el 80% de la población es consumidora de redes sociales y la mitad de usuarios reconocen que es allí, en las redes, donde reciben información. ¿Quién decide lo que puede aparecer y lo que no puede aparecer en Facebook, Twitter o Instagram? Se lo preguntaba esta semana Jeffrey Rosen en la Harvard Kennedy School. Rosen, que escribe a menudo en Atlantic, es el CEO del National Constitution Center y hablaba sobre “The deciders”: el futuro de la libertad de expresión en la era digital.
La foto de Nick Ut de la niña vietnamita huyendo del Napalm fue retirada y prohibida por Facebook, que prohibía la desnudez infantil. Sólo tras una controversia con el editor de un periódico noruego que había iniciado la polémica, Mark Zuckerberg consintió en seguir publicándola tras la insinuación del editor de mostrar la “promoción de la estupidez” de la red social. El pasado mes de julio Facebook retiró también las imágenes en las que la policía batía a Philando Castile en St. Paul, Misessota, aduciendo “inconvenientes técnicos” que nunca ha sabido explicar tras la reposición del video ante la presión en las redes, que sumaron dos millones y medio de visitas en los dos primeros días.
En Estados Unidos, el país del pragmático caso Watergate en el que la independencia de dos periodistas fue capaz de abatir las presiones del poder político para esconder sus irregularidades, el país donde la Primera Enmienda a la constitución parece respaldar la libertad de expresión a toda costa, con las redes sociales parece que la “tranquilidad” de la “ciudadanía” pasa por encima de la libertad de las personas. Incluso con la estupidez. Con el mismo razonamiento de la niña vietnamita, el censor (casi un robot) podría prohibir un cuadro de un Nacimiento navideño o los querubines desnudos de muchas cúpulas barrocas.
En Europa, donde las leyes anti-trust y anti monopolio son estrictas (como lo han sido también en Estados Unidos por ejemplo con los bancos), parece que el monopolio de empresas de redes sociales que han triunfado en número de usuarios y en valor en bolsa escapan a las garantías políticas constitucionales. Las garantías políticas de la libertad de expresión en las que se enraíza una democracia. No todas las verdades son cómodas para el editor, pero la verdad necesita poder ser defendida frente al lector.