B & B: Bergoglio y Borges

Mundo · Horacio Morel (Buenos Aires)
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3 junio 2013
El papa Francisco recibió como regalo las obras completas de su compatriota el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), según consignó días pasados El Observador Romano, de parte de María Kodama, viuda del escritor, por intermedio del presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi, de visita en la Argentina. La viuda de Borges y el cardenal acordaron, además, la celebración en Buenos Aires de un encuentro cultural sobre Borges, el cual será promovido por el Pontificio Consejo de la Cultura.

El papa Jorge Bergoglio, en su momento profesor de Literatura y Psicología en el Instituto Inmaculada Concepción de la ciudad argentina de Santa Fe, invitó a su admirado Borges a impartir en aquellos años (1964/1965) algunas lecciones a sus alumnos y desde entonces surgió una gran amistad entre ambos.

El entonces cardenal Bergoglio contó a sus biógrafos Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti en el libro entrevista que en estos días acapara la atención en todas las librerías del mundo (El jesuita, Ed. Vergara, Buenos Aires, 2010), que Borges -aunque ateo- rezaba la oración del Padre Nuestro todas las noches porque se "lo había prometido a su madre", y que el afamado escritor, referente insoslayable de la literatura y la cultura argentina, "podía hablar de cualquier cosa, sin nunca darse aires" y que "más allá de su distancia de la Iglesia, sorprendía la seriedad y la dignidad con la que vivía su existencia".

Es que tal como destacara en su medulosa nota la periodista argentina especializada en cultura Silvina Premat, "de Jorge Luis Borges se ha dicho que fue un panteísta nihilista, un nominalista, un seguidor del platonismo y un agnóstico. Hasta ahora, los críticos y exégetas del gran escritor argentino coincidían en descartar un Borges de inclinaciones religiosas".

En la entrevista que el año 2007 la citada periodista realizara para el diario La Nación de Buenos Aires, al italiano Biagio D'Angelo (doctor en teoría literaria por la Universidad de Estudios Humanísticos de Moscú, decano y profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación en la Universidad Católica Sedes Sapientiae, de Lima, Perú, y miembro de la Asociación Internacional de Literatura Comparada), éste afirmó que Borges fue "un hombre religioso que percibió la existencia de un misterio que hace a todas las cosas".

D'Angelo, refiriéndose a su obra Borges en el centro del infinito, afirmó en dicha entrevista: "He intentado despojar a Borges del aura de poeta o escritor totalmente refractario a cualquier tendencia, digamos así, metafísica, que le asigna la crítica tradicional".

A la objeción planteada por Premat a la afirmación de D'Angelo de que Borges era un hombre religioso, siendo que el propio escritor se definía agnóstico, respondió el especialista italiano que "ser agnóstico significa admitir la imposibilidad de conocer a Dios, y eso es algo diferente de la irreligiosidad… lo agnóstico era en Borges una forma de realismo ontológico; es decir, el de la criatura que sabe que nunca podrá conocer a Dios. La misma ceguera en él es alegórica y no solamente física. Parece decir: ‘Yo no podré ver a Dios; lo veré sólo después, cuando encuentre los arquetipos, los esplendores sagrados'. El agnosticismo en Borges, para mí, es una forma de humildad del poeta. Hay en él una percepción de un misterio que hace a las cosas; aun cuando lo niega, en su obra mantiene una relación dramática con ese misterio. Que se llame Dios o se llame Aleph es lo mismo. Considero lo religioso una última playa de la razón, y Borges, que es un hombre eminentemente de la razón, intuyó que el último trabajo de ésta es percibir el misterio que hace al universo. Esta suerte de religiosidad en él se une con lo que podríamos llamar un punto de fuga, el reconocimiento de que en la percepción humana hay algo que escapa a todo esquema, pero sin lo cual no se puede justificar la existencia de las cosas, ni la propia. Borges dijo en una audición radial: ‘He dudado de Dios, pero no de su cara'. Significa que no ha dudado de la carnalidad de Dios. Es como decir: he dudado de Dios, como se duda de cualquier filosofía, pero nunca de su cara, de la posibilidad de tocar su rostro, de su materialidad. Pienso que le gustaba Shakespeare porque es concreto: habla del misterio de la vida, de Dios como de un acto concreto".

Al recordarle la periodista la incursión de Borges en la filosofía budista, el profesor D'Angelo precisó: "Borges decía que no era un filósofo, y tenía razón, porque el filósofo tiene una idea sistemática del universo y ése no es su caso. Sus cuentos son como variaciones sobre un mismo tema: la búsqueda, presente en los diálogos con la propia tradición, con la familia y sus antepasados y con otros poetas, escritores y pensadores a los que leyó y que han percibido lo mismo que él. Es uno de los pocos autores que unió Oriente y Occidente con la idea, probablemente utópica, de una religión donde todas las religiones estén presentes. Se relaciona con el budismo en su intento humano de explicarse el universo y la realidad".

Preguntado por Premat sobre si Borges había encontrado una respuesta a su búsqueda, el italiano respondió: "No puedo decir que la haya encontrado, pero sí que tenía una intuición. Como lector, me gusta Borges porque me permite continuar esa búsqueda y porque su percepción de la realidad es desestabilizante y para nada burguesa, en el sentido que todos los grandes autores de la literatura son desestabilizantes. Después de haber leído a Borges, uno no puede ponerse frente a la realidad como si todo fuera normal o dado. No me gustan los escritores que parecen tener la realidad en el bolsillo y la revelan. En Borges hay una búsqueda, y parece decirle al lector: ven conmigo".

Finalizó el doctor D'Angelo respondiendo a la entrevistadora sobre el sentido de destino y esperanza en Borges, diciendo que "la ceguera sería su destino implacable y despiadado. Aceptar ese destino significa hacer poesía. El destino es cruel, pero no la búsqueda, que permite gozar de la vida. Si no, por ejemplo, no hubiera hecho un viaje a la antigua Grecia casi al final de su vida. La figura de María Kodama en el centro del laberinto es una alegoría de la esperanza. En una de sus últimas poesías escribe que el punto principal del laberinto no es la salida, sino el centro; es decir, lo que genera ese laberinto. La vida es alegóricamente un laberinto y ese centro es fundamental. Y Borges dice: allí, en el centro, está María Kodama. Es decir, una presencia positiva y no la desesperación. No sabría decir si ahí hay lugar o no para la esperanza, pero yo espero en la esperanza de Borges. El mantiene la esperanza de hallar una respuesta. En ningún momento deja de buscar. En un poema de Cuaderno San Martín dice: ‘Misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos'. Dios es un nombre vacante y lo puedo llamar como quiera."

La búsqueda del sentido de la vida, expresada tanto en su obra como en su compromiso existencial (el que llamara la amistosa atención del hoy sucesor de Pedro) hacen de Borges no un hombre de fe, pero sí -y sin duda- un hombre profundamente religioso.

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