Acoger es un bien, ¿también en situaciones límite?

Belén deseaba acoger y sus niños llegaron justo cuando le diagnosticaron un cáncer. Carlos decidió acoger después de ver en el hospital a niños enfermos, como el suyo, pero no acompañados. Pablo, después de acoger a niños enfermos solo porque se lo pidieron, ha decidido empezar a acoger a otros que sufren otros tipos de dolor, como jóvenes embarazadas en riesgo de aborto. Alberto San Juan, director general de Familia y Menor, les acompaña y verifica con ellos su vocación a la política en tiempos difíciles.
Hay cosas que uno nunca creería hasta que las ve. Un ejemplo es la calidad de vida de los niños enfermos, de gran actualidad en este momento. Y eso es lo que se ha hecho patente esta mañana en EncuentroMadrid. “Mi batalla es desmitificar que una persona enferma no es feliz. Mi experiencia es justo lo contrario. Estos niños tienen una dependencia absoluta pero gozan la vida porque son queridos, es todo lo que desean. Basta acercarse a ellos. Os invito a acercaros un minuto a ellos, cualquiera que lo haga lo verifica en un momento”, afirma Pablo Boccanera, padre de acogida de niños con discapacidad y jóvenes embarazadas con riesgo de aborto. “No somos héroes en absoluto, somos personas normales, en algunos aspectos de nuestra vida incluso desastrosas. La única diferencia es que hemos dicho sí, porque si hubiéramos dicho no, nos habríamos quedado tristes. La excepcionalidad no consiste en algo nuestro. La excepcionalidad la traen estos niños, que hacen excepcional lo cotidiano”.
Carlos Abia es médico y padre de ocho hijos. El octavo llegó con una grave enfermedad y su hijo Pedro murió a los cinco años. “El debate de la calidad de vida de los niños enfermos en mi casa nos chirría mucho porque hemos visto a Pedro feliz. De hecho, en el hospital había un niño como él pero sin padres. Allí decidimos que cuando Pedro no estuviera, acogeríamos a niños enfermos que no estuvieran acompañados”. Una decisión fruto de la experiencia, no de una intención: “No se puede vivir contra la cruz. A la cruz o le das patadas y te despellejas los pies, o la abrazas”.
Belén Fernández del Moral siempre había tenido el deseo de acoger. Se puso en contacto con una asociación que trae a España niños africanos enfermos y necesita familias que los acojan mientras dura su tratamiento aquí. Los niños no llegaban y los años pasaban. Hasta que les llamaron. Había un niño, pero justo en ese momento a Belén le diagnosticaron un cáncer. Sin embargo, “decidir acoger justo en ese momento fue una decisión fácil para nosotros, aunque no para los demás. Decir “no” estaba más que justificado, pero sabíamos que entonces nos lo perderíamos todo”.
Esta mesa de testimonios la ha completado Alberto San Juan, director general de Familia y Menor de la Comunidad de Madrid. Aunque su presencia en el programa podría parecer la de un político que acude a “cortar la cinta”, su intervención también ha querido ser puramente testimonial. “Yo me dedicaba al sector inmobiliario en plena época del boom, me ganaba bien la vida, pero tenía una inquietud. Decidí darle crédito y empecé a implicarme en la vida pública de mi municipio. Aquella implicación al final se convirtió en mi vocación, aún en un momento como hoy, que no es nada fácil dedicarse a la política, pero hay que luchar por aquello a lo que estás llamado. De hecho, por mi trayectoria profesional parecería que mi labor podría encajar mejor en urbanismo pero descubrí el maravilloso mundo de los servicios sociales, y me fascinó. Desde que me llamaron de la Comunidad de Madrid, me convertí en tutor de todos estos niños de los que habéis hablado. De hecho, con los ponentes de esta mesa mantengo una relación profesional y en el trabajo con ellos verifico día a día que esta era mi verdadera vocación”.
El moderador de la mesa, el rector de la Universidad San Dámaso, Javier Prades, no ocultó su asombro ante lo que acababa de escuchar, hasta el punto de confesar al público su intención de no aplaudir. “Hay cosas que uno no cree si no las ve. Tienes que ver un hecho delante de tus ojos que te obliga a preguntarte: ¿pero esto qué es? Son cosas que te ensanchan la mirada y te ponen en cuestión. Hechos que te enseñan qué es la vida: un bien por encima de todo lo demás. Y cuando lo ves, te das cuenta de que efectivamente la vida es un bien más grande que todas las objeciones posibles. Claro que es más fácil decirlo que vivirlo, por eso necesitamos permanentemente el método que Dios ha elegido: la experiencia dentro de la vida. El signo de que lo que uno ve le cambia es que guarda silencio conmovido. Sé que hoy toca aplaudir, que es lo convencional y educado con los aplausos, pero a mí cualquier aplauso se me queda pequeño”.