A las puertas de la reforma definitiva del Senado
La Constitución de 1947, que sigue siendo el marco legal vigente en Italia desde que se instaurara el sistema republicano, dotó a las dos cámaras parlamentarias de igual poder a la hora de realizar la labor legislativa. En principio, la Cámara de los Diputados, cuyos miembros doblan en número a los del Senado, debía cargar con la iniciativa legal promovida por el Gobierno o por otros grupos parlamentarios, mientras el Senado debía ejercer de contrapeso a la otra cámara con la prudencia de unos miembros que, por imperativo constitucional, no podían ser menores de cuarenta años y donde se contemplaba la posibilidad de que existieran los llamados ´senadores vitalicios´ (todos los exprimeros ministros lo han sido, Mario Monti, por ejemplo, es uno de ellos). Era lo que se conocía como ´bicameralismo perfecto´, y como tal fue concebido: como un sistema ´perfecto´ a la hora de elaborar y aprobar leyes.
Pero el paso del tiempo acabó poniendo de manifiesto que ese ´bicameralismo perfecto´ era más un problema que una solución. Los proyectos legislativos se eternizaban en el Parlamento, y dejaba el sistema político sometido a una lentitud permanente. Incluso podía llevar a la caída de los gobiernos, siendo el caso más claro lo sucedido con el Ejecutivo de Prodi en 2008, que, vencedor en las elecciones de 2006, había logrado una mayoría tan exigua en el Senado que bastó para que Berlusconi sobornara a un grupo de senadores (encabezados por Sergio de Gregorio, quien con el tiempo lo acabaría confesando) para que Prodi no tuviera más remedio que presenta su dimisión de manera anticipada y se convocaran una nuevas elecciones en las que Berlusconi arrasaría en las urnas, logrando una muy amplia mayoría.
Seis años después, Renzi necesita urgentemente acabar con este ´bicameralismo perfecto´ para poder impulsar todo su amplio proyecto reformista (y más aún cuando desde las instituciones europeas le han urgido a que concluya sus reformas) y por ello ya propuso transformar el Senado en una Cámara de las Regiones donde sus ahora sus cien miembros, representantes en su mayoría de las principales corporaciones locales, no cobraran por pertenecer a esta cámara y además tuvieran mucho menos poder que la Cámara de los Diputados, lo que en la práctica hará pasar a Italia del Parlamentarismo bicameral al unicameral.
Aprobado el texto de la reforma en Comisión (los relatores han sido Anna Finochiaro, por el Partido Democrático, y Roberto Calderoli, por la Liga Norte), esta semana hemos vivido el debate en torno a las numerosísimas enmiendas presentadas al texto: si todo va bien, puede que antes de que concluya este mes el texto haya sido aprobado por el Senado. Lo que vendría a reforzar, y de qué manera, la figura de Matteo Renzi, quien va a camino de cumplir sus primeros seis meses como Primer Ministro. Aunque, conociendo la política italiana, y más aún la trayectoria del Partido Democrático (muy dado a disparar contra sus propias filas), seguramente la tensión se mantendrá hasta el último momento.