Reinhold Niebuhr, un maestro de realismo ´discípulo´ de Flannery O`Connor

Cultura · Giovanni Dessì
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20 febrero 2014
Reinhold Niebuhr fue un pensador cristiano que marcó profundamente la cultura americana del siglo XX. El historiador Arthur Maier Schlesinger Jr. llegó a afirmar que ninguna otra figura ha tenido una influencia igual sobre la generación que se formó durante los años treinta. George Kennan, el diplomático que diseñó, entre el final de la guerra y el año 1947, la política de contención ante la Rusia soviética, dijo de Niebuhr que era el padre de todos los que se reconocían en el realismo político.

Reinhold Niebuhr fue un pensador cristiano que marcó profundamente la cultura americana del siglo XX. El historiador Arthur Maier Schlesinger Jr. llegó a afirmar que ninguna otra figura ha tenido una influencia igual sobre la generación que se formó durante los años treinta. George Kennan, el diplomático que diseñó, entre el final de la guerra y el año 1947, la política de contención ante la Rusia soviética, dijo de Niebuhr que era el padre de todos los que se reconocían en el realismo político.

Aunque Niebuhr no es muy conocido en Italia, el profesor italiano Luca Castellin acaba de publicar un libro titulado “El realista de distancias. Reinhold Niebuhr y la política internacional”, donde llama la atención sobre esta figura histórico y la actualidad de algunas de sus posiciones. Uno de los temas centrales de Niebuhr fue precisamente el realismo: Castellin se confronta con esta cuestión, compleja y difícilmente clasificable, intentando ofrecer una caracterización del personaje e identificar sus derivaciones en el ámbito de la política internacional.

El realismo de Niebuhr es descrito, tomando una expresión de Flannery O`Connor, como un “realismo de distancias”. Para la escritora norteamericana, la realidad es la referencia inextirpable de cada una de sus novelas: pero puede ser entendida como el reino de la necesidad, una cerrazón ante las posibilidades y la libertad, o por el contrario como una apertura misteriosa, que nunca censura del todo ninguna posibilidad. La afirmación del misterio, de la insondable riqueza de la realidad, permite reconocer, incluso en los aspectos más duros y a veces dolorosos de la realidad, la posibilidad; como si permitiera ver las cosas desde una distancia que es condición necesaria para comprenderla mejor en su integridad y en todas sus posibilidades.

Niebuhr, considerado por muchos como un pensador profético, aplicó siempre este realismo de distancia, superando las apariencias fáciles y convencionales, y remitiendo a una comprensión más rica de la realidad. En los primeros años treinta, cuando el mito del progreso indefinido y de la perfección humana dominaba aún la cultura liberal americana, expresó una fuerte crítica a estas concepciones, que consideraba sentimentales, optimistas e incapaces de dar razones de la dramaticidad de la existencia humana y de la presencia del mal en la historia.

Por otra parte, esta denuncia nunca le llevó al cinismo de aprobar de manera incondicional el status quo: precisamente en nombre de la reafirmación de las infinitas posibilidades de cumplimiento de la libertad humana se comprometió, intelectualmente y participando en varias asociaciones, con el intento de contribuir a una mayor realización de la libertad humana en la sociedad americana. El libro citado ofrece una reconstrucción de cómo desarrolló esta posición, desde sus primeras obras hasta sus artículos sobre política internacional: la parte de la producción de Niebuhr a la que el libro dedica más atención es la que data desde el final de la Segunda Guerra Mundial a los primeros años de la primera Guerra Fría.

Nada más terminar la guerra, los americanos se encontraron en la necesidad de confrontarse con un aliado –la Rusia comunista– que ya no lo era, y en una situación internacional en la que el peso de Estados Unidos resultaría decisivo. En este contexto, Niebuhr elaboró una doble estrategia. Por un lado, denunció de forma inequívoca el carácter totalitario del comunismo, criticando a aquellos que esperaban con actitud conciliadora que cambiara la naturaleza del poder soviético. Por otro, alertó a los americanos del riesgo que comportaría el dar un carácter absoluto y sagrado a su posición, a la democracia.

Esta posición fue compartida, en una perspectiva general, por los principales defensores del realismo político americano, particularmente por Hans Morgenthau y George Kennan. Castellin dedica gran atención a analizar las intervenciones de Niebuhr acerca de la política internacional, que si bien no ofrecen una concepción completa de las relaciones internacionales, sí demuestran su capacidad para confrontarse lúcidamente con los nudos de la política internacional de su época. Movido por su propia concepción del hombre y de la sociedad, lo que el propio Niebuhr definía como realismo cristiano, fue capaz de plantear preguntas que llevaban a considerar la realidad política en toda su complejidad y riqueza. Esta capacidad para ver las cuestiones esenciales que emergían de la política internacional, de plantear las preguntas adecuadas a la realidad, representa la herencia más significativa de Niebuhr.

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