Lincoln

Cultura · Víctor Alvarado
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20 enero 2013
El cine histórico con mayúsculas llega de la mano del rey Midas de Hollywood, que defiende la dignidad del ser humano, porque nos habla de una de las piezas claves para entender el funcionamiento de ese país como es la abolición de la esclavitud en los EEUU.

Cuando Steven Spielberg se pone serio (Munich, La lista Shindler, El imperio del sol), dejando su lado más fantástico, demuestra que domina cualquier género que se le ponga por delante. Sin embargo, quizás, éste sea el más complejo de todos, dada su densidad, por lo que puedes llegar a perderte. Además, este largometraje es excesivamente largo y reiterativo. El cineasta, Michael Apted, lo hizo mucho mejor con la excelente Amazing Grace de temática similar, pero al no tener tanto nombre, su trabajó cayó en el olvido.

Las interpretaciones rozan la excelencia, lo que sirve para potenciar un guión notable de Tony Kushner, que se basó en la biografía de Doris Kearns Goodwin. En primer lugar, Tommy Lee Jones está soberbio. Representa a un hombre íntegro, en líneas generales, y políticamente incorrecto, que no renuncia a sus ideales, utilizando la astucia para conseguir un buen propósito que dictamina la ley natural. Sally Field, ganadora de Óscar por Norma Rae de Martin Ritt y la inolvidable En un lugar del corazón de Robert Benton, engordó bastantes kilos para prepararse para dar vida a la consorte del presidente más importante de Norteamérica. El paso de los años sólo sirve para constatar su talento.

Por otra parte, durante el visionado de la película uno no sabe si está viendo a Daniel Day Lewis o a la reencarnación de Abraham Lincoln, pues estamos ante la interpretación más creíble de la historia del séptimo arte, aunque once años atrás cuando se estaba gestando esta producción, se pensó en Liam Neesom. El resultado está a la vista. Lewis representa a un hombre que quiere hacer lo correcto a pesar de que para ello compre el voto de sus contrincantes políticos. No obstante, era el modo de hacer política de la época. De todas formas, surge una doble interpretación de si el fin justifica los medios, o si ante la irracionalidad del racismo, es necesario el uso de la inteligencia y los medios propios de la época, aunque la cuestión ética queda a un lado, para lograr un bien mayor para una democracia justa siempre superior al mal que se hace.

Conclusión, pensamos que la intención máxima del cineasta ha sido la de humanizar a una figura que él tenía idealizada, pero que siempre le transmitió confianza.

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