Meeting de Rímini

Del amor nadie huye

España · Fernando de Haro
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24 agosto 2016
Luiz Da Silva fue condenado en Brasil después de haber sido el líder de una banda violentísima que sembraba la destrucción por el deseo de vengar a su hermano asesinado. Cumplió los primeros diez años de pena en una cárcel tradicional. Lo que en su país significa no tener para comer, no tener aire fresco para respirar, estar internado en una celda de 6 metros cuadrados con otros 20 reclusos. Después pasó a una extraña prisión, a una cárcel sin carceleros, sin policías, gestionada por los propios condenados.

Luiz Da Silva fue condenado en Brasil después de haber sido el líder de una banda violentísima que sembraba la destrucción por el deseo de vengar a su hermano asesinado. Cumplió los primeros diez años de pena en una cárcel tradicional. Lo que en su país significa no tener para comer, no tener aire fresco para respirar, estar internado en una celda de 6 metros cuadrados con otros 20 reclusos. Después pasó a una extraña prisión, a una cárcel sin carceleros, sin policías, gestionada por los propios condenados. Da Silva cuenta su experiencia en una sala del Meeting de Rímini en la que escuchan 5.000 personas. Presenta la exposición titulada “Del amor no se huye”, preparada por los españoles Julián de la Morena y Javier Restán para dar a conocer la obra iniciada por Mario Ottoboni al comienzo de los años 70. Fue en ese momento cuando lo que sus propios promotores denominan el “método APAC” (Asociación de Protección y Asistencia a los condenados) se puso en marcha. Ottoboni, con un grupo de voluntarios, promovió entonces un modo diferente de mirar y de tratar a los presos. De aquella mirada ha surgido una iniciativa social con importantes consecuencias políticas en el corazón de América Latina donde la falta de seguridad condiciona la vida de casi todos los países. “La sociedad vive normalmente con el prejuicio de que los que están en las cárceles tienen que sufrir. Nosotros, con las APAC, hemos defendido que el detenido es un misterio”, explica Valdecí Antonio Ferrerira, uno de los responsables de este movimiento que lucha en favor de los derechos de los reclusos. El preso es un misterio que merece ser tratado con la dignidad de una persona, mirado con la misericordia con la que es mirado por Dios. Ya en los años 70 el grupo de Ottoboni recibe el encargo de gestionar, a través de sus voluntarios, una cárcel en el Estado de Sao Paulo. Ahora son ya más de 40 las cárceles gestionadas por diferentes APAC. El método es el mismo en todas ellas: se fomenta el sentido de comunidad, se cuida el orden, la belleza. Los presos, a los que se les llaman “recuperandos”, comen bien, trabajan mucho. Sus familias deben residir cerca. Y se les invita a encontrarse con sus víctimas, a protagonizar procesos de justicia reparativa. El trabajo para que reconozcan el mal causado y pidan perdón es intenso. Los resultados son llamativos: mientras en el resto de las cárceles la tasa de reincidencia es del 70 por ciento, la tasa de reincidencia de los APAC es del 10 por ciento. El coste de la gestión de las APAC es un tercio del coste de la gestión de las cárceles del Estado. Las APAC implican a las comunidades locales donde se instalan, que deben consentir su creación. Cada APAC alberga como máximo a 200 recuperandos.

La experiencia cristiana de la que nace las APAC no se oculta a nadie. Experiencia que se propone a la libertad de los recuperandos. Da Silva explica que su ingreso en una APAC fue difícil porque se encontró con sus enemigos, con los que habían matado a su hermano. Nadie le ahorró el dolor por el mal causado. Pero el ser considerado un recuperando, alguien que merece ser abrazado, amado, afirmado en su dignidad, mirando con misericordia, le llevó a la conversión. Ahora tiene 32 años, se ha casado y ha fundado una familia. Al entrar en la cárcel tenía 19 y una larga pena porque su banda había cometido 400 atentados contra la vida. Nadie le quitó importancia a lo que había hecho. Pero se ha encontrado con gente para la que el mal hecho no era la última palabra. Ahora está recuperado. La suya es una historia particular, como la de todos los presos de las APAC. Una historia particular que se ha convertido en un modo diferente de afrontar uno de los mayores problemas sociales y políticos de América Latina. De la misericordia a la gestión subsidiaria.

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